El cuento preferido por los economistas que celebran el capitalismo es que la competencia y los mercados...
El cuento preferido por los economistas que celebran el capitalismo es que la competencia y los mercados aseguran que los capitalistas satisfagan las necesidades del pueblo, no por humanidad y benevolencia, sino (como lo expresó Adam Smith) “por su propio interés”. Al competir en el mercado con otros capitalistas se ven impulsados (como espoleados por una mano invisible) a servir al pueblo. Sin embargo, para Marx, esta visión de la competencia y del mercado oscurece aquello que precisamente distingue al capitalismo de otras economías de mercado: sus relaciones de producción específicas. Las relaciones de producción capitalistas se caracterizan por dos ámbitos básicos: el ámbito capitalista y el ámbito de los obreros. Por un lado, existen capitalistas –dueños de la riqueza, dueños de los medios físicos y materiales de producción. Y su orientación va dirigida hacia el crecimiento de su riqueza. Empezando con un capital de un cierto valor, en forma de dinero, los capitalistas compran productos con el objetivo de ganar
más dinero, un valor añadido, una plusvalía. Y ahí está el
quid , en los beneficios. Como capitalistas, todo lo que les importa es el incremento de su capital.
Por otro lado, tenemos a los obreros, personas que no tienen bienes materiales que puedan vender ni medios materiales para producir los bienes que necesitan para sí mismos. Sin estos medios de producción, no pueden producir mercancías que vender en el mercado a modo de intercambio. Así pues, ¿cómo obtienen los bienes que necesitan? Vendiendo lo único que tienen para vender, su fuerza de trabajo. Pueden vendérsela a quien quieran, pero no pueden elegir entre
vender o no vender su capacidad para trabajar… si quieren sobrevivir.
Sin embargo, antes de poder hablar de capitalismo, deben haberse dado unas determinadas condiciones. No sólo debe existir una economía basada en productos y dinero, en la que unos sean los dueños de los medios de producción, sino que debe haber también un producto especial en el mercado: la capacidad para realizar trabajo. Para que ello suceda, argumenta Marx, los obreros deben ser primero libres en un doble sentido: deben ser libres para vender su fuerza de trabajo (por ejemplo, tener derechos de propiedad respecto a su capacidad para trabajar, algo de lo que carece el esclavo), y deben estar “libres” de medios de producción (es decir, que los medios de producción deben de haber sido separados de los productores). En otras palabras, un aspecto singular de las relaciones de producción capitalista es la existencia de personas que, carentes de medios de producción, son capaces y se ven obligadas a vender un derecho de propiedad, el derecho de disponer de su capacidad para trabajar. Se ven obligadas a vender su capacidad para producir con el fin de conseguir dinero con el que comprar los bienes que necesitan.
Fuente: Entender el capitalismo. Douglas Down (ed.). Edicions Bellaterra. Barcelona. 2003.
« volver