El extraño triunfo de las ideas equivocadas se puede aplicar, con todo derecho, al siniestro concepto de “austeridad expansiva”, que es como se teorizó el austericidio aplicado a países como Grecia, España o Portugal. El economista australiano John Quiggin tuvo la feliz ocurrencia (de la que luego se apropió Paul Krugman, que la extendió mediáticamente) de dar el nombre de “zombis económicos” a aquellas ideas económicas que no acaban de desaparecer, ni siquiera teniendo en contra un conjunto de incongruencias lógicas y un buen número de fallos empíricos monumentales. Teorizada por dos economistas italianos que trabajan en la Universidad de Harvard, Alberto Alesina y Silvia Ardagna, la “austeridad expansiva” decía que, independientemente del nivel inicial que pueda tener la deuda, todo gran ajuste fiscal que base sus objetivos en recortar el gasto y vaya acompañado de moderación salarial tendrá carácter expansivo. No sólo es que no lo haya tenido, sino que ha hecho a la mayoría de esos países más pobres, más desiguales, más precarios, menos protegidos, más desconfiados y menos demócratas. Buena cosecha. ¿Quién asume las responsabilidades?
Ni se ha crecido más (el planeta sufre un “estancamiento secular”, según el poco sospechoso Larry Summers), ni han disminuido los niveles de deuda, sino que han aumentado. En el mundo imaginario de los austericidas, la “austeridad expansiva” siempre afecta a otros. La mayor tragedia no es que haya dañado a la macroeconomía (crecimiento y deuda), sino el enorme sufrimiento humano que ha causado, algo de lo que deben hablar los economistas y los políticos que son deudores intelectuales de los mismos, no sólo los teólogos o los moralistas. Al aplicar este tipo de terapia, los que en economía tanto recurren a las metáforas médicas para describir el estado de las cosas han olvidado la ancestral ley suprema de la profesión médica, “Ante todo, no hacer daño”, y han utilizado la política económica de la austeridad como un agente patógeno que es “la causa de la causa” de la enfermedad social. Como consecuencia de ello, tanto tiempo después del inicio de las dificultades económicas prosigue el declive profundo y prolongado de los sectores más vulnerables. Mala receta y peor práctica médica.
Por último, pero no menos importante, la “austeridad expansiva” ha aniquilado al concepto primigenio de austeridad, que era progresista y que puso en circulación durante los años setenta uno de los personajes más lúcidos de la izquierda europea, el italiano Enrico Berlinguer. Éste, secretario general del gran Partido Comunista Italiano (el de Gramsci), reivindicó la austeridad dentro de la teoría de los límites del crecimiento que había estudiado el Club de Roma con motivo de las crisis del petróleo como una de las herramientas centrales para impugnar de raíz un modelo de crecimiento basado en el despilfarro de los recursos naturales, en el consumismo desaforado y para combatir un cambio climático del que entonces no se hablaba con la urgencia y la preocupación de ahora.
Fuente: Estos años bárbaros. Joaquín Estefanía. Galaxia Gutenberg. Barcelona.2015.