El principio básico de la actividad médica continúa siendo el “primero no hacer daño” ...
El principio básico de la actividad médica continúa siendo el “primero no hacer daño”
(primum non nocere), y su cumplimiento implica el respeto a la vivencia personal de la salud y de la normalidad (y sus variaciones) y el evitar la arrogancia de establecer normas, cuestionarios y medidas que transforman el gozoso vivir en angustiosa preocupación por no verse incluido en los estrechos límites “sanos” que se marcan con rigor más comercial que científico. La actividad sanitaria se ha vuelto poderosa con sus técnicas, medicamentos e intervenciones. Por ello requiere de prudencia en su aplicación, pues su capacidad de hacer mucho bien va en paralelo a su capacidad de producir daños inmensos. Es peligroso modificar artificialmente las fronteras de la salud para estrecharlas con definiciones que transforman situaciones normales en patológicas (la medicalización de la vida). Con ello se justifican más y más intervenciones preventivas que transforman a sanos en pacientes (o que se comportan como tales, pues son enfermos imaginarios con sus citas y re-citas, pruebas y más pruebas y medicamentos a veces de por vida, con el agobio y sufrimiento consiguiente).
Los sanos pasan a ser enfermos, y simultáneamente muchos enfermos no reciben los cuidados que precisan. Irónicamente, las clases medias y altas enferman por los excesos de las intervenciones sanitarias (básicamente por una prevención generalmente innecesaria) y las clases bajas enferman por los escasos recursos de curación para enfermedades que en mucho se deben a las condiciones sociales. Conviene asegurar la prestación de servicios según necesidad y evitar en lo posible el cumplimiento de la ley “ley de cuidados inversos”.
Lamentablemente, con la expansión casi sin límites de las actividades preventivas y la conversión de facto de los factores de riesgo en causas de enfermedad, los servicios sanitarios personales preventivos y curativos han emprendido una deriva que lleva a confundir responsabilidades y funciones de los profesionales. Especialmente se han incrementado las actividades preventivas en detrimento de las curativas, y al sobrepasar los límites prudentes mucha actividad preventiva es inútil, y con frecuencia perjudicial. El sistema sanitario deja de dar consuelo frente a la adversidad, la enfermedad y la muerte y se convierte en elemento creador de incertidumbre y sufrimiento al medicalizar la vida diaria.
Fuente: Sano y salvo. Juan Gérvas/Mercedes Pérez Fernández.Los libros del lince.Barcelona.2013.
« volver