El sentimiento de placer es muy poderoso. Si algo es placentero, queremos repetirlo...
El sentimiento de placer es muy poderoso. Si algo es placentero, queremos repetirlo. Actividades vitales como comer o copular, o las expresiones artísticas, activan un circuito especializado de neuronas que producen y regulan la sensación de placer. Estas neuronas están situadas encima del tronco encefálico en el área ventral tegmental. Desde allí, utilizando sus axones, las neuronas transmiten sus mensajes a las células nerviosas situadas en el núcleo accumbens. Ésa es la anatomía del circuito neuronal del llamado sistema motivacional y de recompensa. Pero lo interesante -al recordar el sentimiento de incredulidad que suscitaba constatar el papel trascendental de la expectativa del placer en mi perra
Pastora, o en la fórmula de la felicidad que desarrollamos en el capítulo siguiente- es que la hormona dopamina, considerada esencial en los mecanismos del placer, fluye en estos circuitos anticipándose a los hechos.
Los flujos de dopamina se ponen en marcha con la simple expectativa de placer, aunque luego no se materialice. En otras palabras, tienen que ver más con el deseo que con el propio placer. Se ha comprobado que determinados fármacos como los antipsicóticos, que reducen la cantidad de dopamina, merman la búsqueda de estímulos placenteros sin debilitar la capacidad de gozar cuando estos estímulos se cruzan en el camino de la persona observada. En otras palabras, los antipsicóticos reducen la intensidad del deseo, pero no la capacidad de experimentar placer cuando se consuma. Se trata de un descubrimiento trascendental, aunque su significado se haya perdido, hasta ahora, en la profusión de artículos y ensayos de la comunidad científica internacional.
Los neurocientíficos saben desde hace tiempo que las drogas, la comida, el sexo y otros estímulos de los que disfrutamos, como la expresión artística, provocan bienestar porque, al final del camino, todos estos factores maximizan los sistemas cerebrales de compensación. Nadie discute ya la existencia de circuitos neuronales de premio y motivación. Estos circuitos especializados median en los mecanismos del placer. Los estímulos psicomotores y los opiáceos –que causan un efecto parecido a los estímulos experimentales eléctricos- activan este sistema de recompensa en las zonas indicadas utilizando neurotransmisores como la dopamina, el glutamato, la serotonina, las hormonas del estrés, los péptidos de morfina de producción endógena, y sustancias como la cafeína, el etanol o la nicotina. El sistema neuronal relacionado con los procesos de recompensa, memoria y motivación, pues, está perfectamente emplazado y vigente desde tiempos inmemoriales. Los mecanismos de transmisión, además, son idénticos en el caso de las sustancias endógenas y artificiales.
Fuente: El viaje a la felicidad. Eduardo Punset. Ediciones Destino. Barcelona. 2005.
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