El trabajo humano rara vez ha tenido ese carácter plenamente satisfactorio...

El trabajo humano rara vez ha tenido ese carácter plenamente satisfactorio. Por una parte, siempre ha sido coactivo en algún sentido, aunque la coerción en cuestión fuera sencillamente la necesidad de no morirse de hambre. Por otra parte, se ha realizado en una sociedad de clases y, por consiguiente, no ha sido un fin en sí, sino un medio para el poder y el provecho de otros. Para Marx (como para su mentor, Aristóteles), la vida buena consiste en la realización de actividades por el hecho mismo de realizarlas. Las mejores cosas son las que se hacen porque sí. Las llevamos a cabo simplemente porque pertenecen al ámbito de nuestra realización conforme al tipo de animales que somos, y no por obligación, costumbre, sentimiento, autoridad, necesidad material, utilidad social o miedo al Todopoderoso. No hay ninguna razón, por ejemplo, por la que debamos disfrutar unos en compañía de otros. Pero cuando lo hacemos, estamos haciendo realidad una facultad vital de nuestro “ser de especie”. Y, desde el punto de vista de Marx, esa es una forma de producción tan válida como plantar patatas. La solidaridad humana es esencial para el objetivo del cambio político, pero, al final, se justifica por sí misma.

 

Fuente: Por qué Marx tenía razón. Terry Eagleton. Ediciones Península.Barcelona.2011.

 

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