El uso estratégico de la vaguedad tiene también una larga historia en la diplomacia...

El uso estratégico de la vaguedad tiene también una larga historia en la diplomacia. Según un chiste de otra época, ésta es la diferencia entre una señorita y un diplomático:

Cuando una señorita dice «no», quiere decir «quizá».
Cuando dice «quizá», quiere decir «sí».
Si dice «si», no es una señorita.
Cuando un diplomático dice «sí», quiere decir «quizá».
Cuando dice «quizá», quiere decir «no».
Si dice «no», no es un diplomático.


Esto dio pie a una revisión feminista:

Cuando una mujer dice «sí», quiere decir «sí».
Cuando una mujer dice «quizá», quiere decir «quizá».
Cuando una mujer dice «no»quiere decir «no».
Si el hombre insiste, es un violador.


La revisión puede que sea una buena política para las relaciones entre los sexos, pero cuando se trata de la diplomacia, lo que vale es la versión original. En un artículo de las páginas de opinión titulado «The language of Diplomacy», Michael Langan, antiguo funcionario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, recuerda:

En cierto momento de mi carrera en el gobierno federal, redacté una explicación sobre un asunto complejo en el que yo consideraba un estilo extremadamente claro y contundente. El funcionario superior del gobierno a quien iba dirigido mi informe lo leyó con detenimiento, cavilando y ajustándose las gafas mientras lo hacía. Luego levantó la vista hacia mí y dijo: «Esto no tiene mérito. Lo entiendo perfectamente. Lléveselo y embárrelo. Quiero que lo que diga se pueda interpretar de dos o tres maneras». La consecuente ambigüedad hizo posible cierto compromiso entre intereses gubernamentales opuestos.

 

Fuente: El mundo de las palabras. Steven Pinker. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. 2007.

 

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