En cuanto a las emociones de Elliott al conocer la traición de Philby, sólo podemos hacer conjeturas, ya que prefirió callar a ese respecto...(Ben Macintyre)

En cuanto a las emociones de Elliott al conocer la traición de Philby, sólo podemos hacer conjeturas, ya que prefirió callar a ese respecto. El labio superior se le quedó completamente agarrotado. Pertenecía a una generación de ingleses para quienes los sentimientos eran signo de debilidad y debían ser reprimidos, ignorados o ridiculizados. Alguien distinto tal vez se habría retorcido de dolor, pero Elliott era un tipo duro y, a su manera, un fingidor, no en vano la educación y el sistema escolar británicos instilan su propio tipo de falsedad defensiva. Como John le Carré escribió en cierta ocasión que, los ingleses criados en la escuela privada “son los mayores fingidores del mundo. Nadie os seducirá con tanta palabrería, disimulará mejor sus sentimientos, encubrirá sus huellas tan hábilmente o será más incapaz de confesar que ha sido un perfecto estúpido. Podría sufrir un ataque de nervios de fuerza doce estando delante de ti en la cola del autobús y aunque fuera tu mejor amigo no te darías cuenta”. Elliott había sobrevivido a una escolarización brutal, a la frialdad de su padre y a la muerte de su primer amigo fingiendo que todo marchaba perfectamente bien. Y se sobrepuso a la íntima traición de Philby exactamente de la misma manera. No obstante, quienes lo conocían mejor vieron que, por debajo de sus maneras lánguidas, su arsenal de chistes y sus aires de indiferencia, a partir del momento en que comprendió y aceptó la traición de Philby, su mundo cambió por completo: en su fuero interno, se sentía pisoteado, humillado, furioso y triste. Durante el resto de su vida, no dejaría de preguntarse cómo un hombre al que se había sentido tan próximo y al que veía tan afín en todos los sentidos pudo haber sido un impostor. Hubo un tiempo en que habría dado la vida por Philby; en cambio ahora, tal y como le dijo a su hijo, “lo habría matado encantado”. Philby lo había convertido en el hazmerreír mayor del reino y se había mofado de su larga amistad; había quebrantado todas y cada una de las reglas de la fraternidad y había ocasionado un daño incalculable a los servicios de inteligencia y al país que Elliott tanto amaba. Necesitaba saber por qué. Quería mirar a Philby a los ojos una última vez. Quería comprender. 

 

Fuente: Un espía entre amigos. Ben Macintyre. Editorial Planeta.Barcelona.2015.

 

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