En el siglo XVIII, David Hume había sido el primero en cuestionar el proceso de razonamiento inductivo...

En el siglo XVIII, David Hume había sido el primero en cuestionar el proceso de razonamiento inductivo: solo porque el sol ha salido todos los días hasta ahora, se preguntó Hume, ¿tenemos algún fundamento racional para creer que volverá a salir mañana? Hume pensaba que no. Recurrir a las leyes de la naturaleza, por ejemplo, nos llevaría a una argumentación circular. La única razón que tenemos para creer en las leyes de la naturaleza es que en el pasado han mostrado que podemos confiar en ellas. No obstante, ¿por qué deberíamos asumir que la fiabilidad pretérita es en cierta manera una guía para el futuro? Bertrand Russell planteó el mismo dilema del siguiente modo: “El hombre que ha alimentado a la gallina todos los días de su vida, al final le retuerce el pescuezo en lugar de darle alimento, dejando ver que una perspectiva más sofisticada sobre la uniformidad de la naturaleza habría sido provechosa para la gallina”.

Popper mostró que la obra de Hume tenía importantes implicaciones para el método científico cuando hay una asimetría fundamental. No importa el número de veces que se repita un experimento, este no podrá probar la validez de una teoría (por ejemplo, que el sol saldrá siempre), puesto que no importa la frecuencia con que el sol salga en verdad, ya que en algún momento en el futuro podría decidir tomarse un bien merecido día libre. Sin embargo, un solo resultado negativo puede probar que una teoría es falsa. No se puede deducir lógicamente la validez de la afirmación “Todos los cuervos son negros”, incluso si hemos visto decenas de miles de cuervos negros y ninguno de otro color, pues uno azul puede estar haciendo su nido justo a la vuelta de la esquina. (Una versión escalofriante de ello es la del miembro del IRA que señaló que a un político le podía parecer que las medidas de seguridad eran “efectivas” día tras día, pero que al terrorista le bastaba con tener éxito una vez.)

La teoría de la verificación resultaba por consiguiente inútil. E igualmente fundamental era que al Círculo le había salido el tiro por la culata. Su famoso lema, que condenaba por faltas de significación todas aquellas afirmaciones que no cumplían el criterio de verificabilidad (“significativo = analítico o verificable”), fallaba cuando se le aplicaba su propia prueba, porque la afirmación de que el significado de una proposición consiste en el método por el cual es verificada no resulta ella misma ni verdadera ni falsa en virtud del significado de los términos que la componen, ni tampoco es susceptible de verificación. El principio no podía verse, olerse, gustarse o tocarse; no podía ser objeto de experimentación en un laboratorio ni localizarse en la calle; en consecuencia, de acuerdo con el propio principio de los positivistas, era un sinsentido.

 

Fuente: El atizador de Wittgenstein. David J.Edmonds y John A.Eidinow. Ediciones Península.Barcelona.2001.

 

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