En la medida en que los nuevos préstamos bancarios encuentran su correspondencia en la capacidad de pago de los deudores, en las economías de la burbuja de hoy dicha capacidad se asegura inflando los precios de los activos. Las ganancias no se realizan produciendo o ganando más, sino con préstamos para comprar activos cuyos precios van en aumento, al ser inflados por créditos contraídos en condiciones más flexibles, menos responsables.
La deuda estructural de hoy, una deuda que se multiplica por sí misma, absorbe beneficios, rentas, ingresos personales e ingresos fiscales en un proceso cuya matemática es muy similar a la de la contaminación medioambiental. El biólogo evolucionista Edward O. Wilson demuestra que es imposible que el crecimiento se dé a un ritmo exponencial sin encontrar un límite. Y cita “el enigma aritmético del estanque de nenúfares. Se coloca una vaina de nenúfar en un estanque. A partir de ahí cada día la vaina y luego todas sus descendientes se duplican. El trigésimo día el estanque está cubierto por completo de vainas de nenúfar, que ya no pueden crecer más”. Luego pregunta: “¿En qué día estaba el estanque medio lleno y medio vacío? En el vigésimo noveno día”, es decir, un día antes de que la mitad de los nenúfares del estanque se duplicaran por última vez, saturando la superficie. El fin del crecimiento exponencial, por lo tanto, llega de forma repentina.
El problema es que el crecimiento excesivo de la vegetación del estanque no es crecimiento productivo. Son malezas que consumen el oxígeno que necesitan los peces y otras formas de vida bajo la superficie. Esta situación es análoga a la manera en que la deuda desvía el excedente económico y hasta las necesidades básicas de inversión que tiene una economía para reponer su capital y cumplir las exigencias esenciales. Los rentistas financieros flotan en la superficie de la economía, asfixiando la vida que hay debajo.
Los managers financieros no fomentan la comprensión de este tipo de matemáticas entre la gente en general (de hecho, ni siquiera en el mundo académico), pero son lo suficientemente observadores como para reconocer que la economía global está precipitándose hacia ese “último día” anterior al crack. Esta es la razón de que estén sacando su dinero y acudiendo a la seguridad de los bonos del Estado. A pesar de que los bonos del Tesoro de Estados Unidos rinden menos del 1 por ciento, el Gobierno siempre puede simplemente imprimir el dinero. La tragedia de nuestro tiempo es que está dispuesto a hacerlo únicamente para preservar el valor de los activos, y no para reactivar el empleo o restaurar el crecimiento económico real.
Fuente: Matar al huésped. Michael Hudson. Capitán Swing Libros. Madrid. 2018.