En lenguaje poético, una pasión que nos consume puede connotar una pasión que se autodestruye por su propia intensidad...
En lenguaje poético, una pasión que nos consume puede connotar una pasión que se autodestruye por su propia intensidad; pero en sentido menos dramático, cuando utilizamos las cosas, las gastamos, las consumimos. Podemos sentir un deseo muy vivo de tener una prenda determinada, pero a los pocos días de haberla comprado y usado, nuestro interés por ella decae notablemente. Aquí la imaginación tiene su forma más vigorosa en la anticipación y se debilitando permanentemente con el uso. Hoy, la economía fortalece este tipo de pasión que se autoconsume, tanto en los grandes supermercados como en la política.
Honoré de Balzac fue el gran artista del siglo XIX de las pasiones que se autoconsumen. Sus personajes, que con tanto ardor desean lo que no tienen, pierden el ardor con la posesión de lo deseado. Estos personajes son precursores de la famosa ley erótica de Proust, según la cual cuanto más inaccesible es alguien, más lo deseamos. En
Le Père Goriot, Balzac se imagina que esta psicología encarna una transición social, una transformación de los anticuados campesinos, aferrados a todo lo que han acumulado, en personajes más cosmopolitas, cuyos deseos materiales mueren apenas consumados. El sociólogo explicaría esta transformación social como un cambio en las instituciones, como la pérdida de importancia de la tierra o las casas heredadas como base de riqueza, el aumento del ingreso disponible como producto del trabajo, que se podía gastar con mayor libertad, o, una vez más, la cornucopia de cosas nuevas para comprar que la maquinaria de producción hacía posible.
Fuente: La cultura del nuevo capitalismo. Richard Sennett. Editorial Anagrama. Barcelona. 2006.
« volver