En más de tres siglos de ciencia todo ha cambiado excepto tal vez una cosa: el amor por lo simple....(Jorge Wagensberg)

En más de tres siglos de ciencia todo ha cambiado excepto tal vez una cosa: el amor por lo simple. Desde que Galileo, Descartes y Newton inventaran la física, simples  han sido los objetos descritos por la ciencia, muy simples las leyes para describir y simplísimas sus expresiones matemáticas. De tal simplicidad se deduce buena parte de su prestigio: rigor, universalidad, incluso belleza. El mérito de las ciencias de la naturaleza consistía precisamente en captar la esencia simple e inmutable, pero emboscada tras apariencias superfluas y cambiantes. Se ha querido ver en la complejidad un obstáculo interpuesto por la naturaleza para proteger el secreto de sus leyes, un obstáculo con la sola misión de sugerir diferencias entre sistemas iguales, varios fenómenos donde sólo hay uno, o ciertos forzados modelos allí donde reina una única ley natural. Se non è vero è ben trovato, reza la sentencia positivista. Esta hipótesis de trabajo ha tenido la virtud de proporcionar buena parte del saber acumulado hasta hoy (mucho sin duda), pero el inconveniente de cultivar cierto monoteísmo científico llamado mecanicismo. Planeaba ya Descartes en su Discurso del método: “Empecemos con los sistemas más simples y de más fácil discernimiento para ascender después gradualmente a la comprensión de los más complejos”. Se trata, sí, de un reconocimiento de lo complejo, pero con tendencia a sugerir que las leyes de lo complejo se obtienen combinando hábilmente las de lo simple. Y recomienda Whitehead: “La ciencia debe buscar las explicaciones más simples de los fenómenos más complejos”. Pero sobre todo el gran Occam, cuyo eco sonaría hoy más o menos así: “Si dos fórmulas de distinta longitud explican un mismo fenómeno con igual mérito, la más corta es verdadera, falsa la otra.”  No son malas propuestas para una aproximación al conocimiento de la complejidad. Pero hay algo insostenible en la visión que de ella tiene la ciencia de los últimos años: la defenestración de lo complejo por excepcional y artificial. En efecto, el paradigma clásico (dentro incluso de la física) no sólo ha cambiado, sino que se ha invertido. Lo naturalmente natural era antes lo determinista y lo reversible; lo artificialmente excepcional era lo aleatorio e irreversible. Hoy se acepta la idea exactamente opuesta. De este modo se ha creado un prometedor desconcierto en ciencia que no es (ése no) necesario transmitir a otras formas de conocimiento.

 

Fuente: Ideas sobre la Complejidad del Mundo. Jorge Wagensberg. Tusquets Editores. Barcelona. 2003.

 

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