En nuestra cultura, el afán neurótico de competencia discrepa en tres sentidos respecto del normal...
En nuestra cultura, el afán neurótico de competencia discrepa en tres sentidos respecto del normal: primero, el neurótico siempre se valora a sí mismo en comparación con los demás, inclusive en circunstancias inadecuadas. Si bien el impulso de superar al prójimo es esencial en toda situación de competencia, el neurótico también se coteja con personas que no son en absoluto posibles rivales suyos y que no tienen con él ningún objetivo en común. Sin discriminación aplica a todo el mundo la cuestión de establecer quién es más inteligente, hermoso o amable. Sus sentimientos frente a la vida se asemejan a los del “jockey” en una carrera, al que sólo le importa pasar a la cabeza de los demás. Tal actitud conduce, por fuerza, a perder todo interés real por cualquier propósito, pues lo que le interesa no es el contenido de lo que hace, sino cuánto éxito, fama y prestigio ganará con ello. El neurótico puede percatarse de que incesantemente se parangona con los demás, o bien hacerlo en forma automática, sin conciencia de ello. En todo caso, muy pocas veces reconoce conscientemente el destacado papel que en él desempeña tal actitud.
El segundo rasgo que lo distingue de la competencia normal es que la ambición del neurótico no sólo reside en alcanzar más que los otros o tener mayor éxito, sino también en ser único y excepcional. Aunque piense en términos de comparación, sus fines son siempre superlativos. Puede tener plena noción de ser impulsado por una ambición insaciable, pero con mayor frecuencia la reprime totalmente o la encubre en parte.
Fuente: La personalidad neurótica de nuestro tiempo. Karen Horney. Editorial Paidós. Buenos Aires. 1969.
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