En resumen, las elecciones legislativas y presidenciales estadounidenses de 2012 enfrentaron a <i>liberales y libertarios</i>...
En resumen, las elecciones legislativas y presidenciales estadounidenses de 2012 enfrentaron a
liberales y libertarios, separados por distancias mucho mayores de lo que haría suponer la común raíz de sus apelativos. A los europeos debería interesarnos esa diferencia, porque la dualidad que hoy rige la política de los Estados Unidos puede acabar dictando la de Europa si la socialdemocracia sucumbe del todo, y siempre que no hayan triunfado antes programas populistas, conservadores o autoritarios. O que se ahogue cualquier debate que no verse sobre la cuestión nacional.
A estos efectos, se podrían usar como examen tres puntos debatidos durante el año electoral estadounidense: la limitación a la tenencia particular de armas de fuego, la cobertura sanitaria universal y el matrimonio homosexual. Los liberales/demócratas estaban a favor de ellos, y los
libertarios/republicanos, en contra. En los dos primeros asuntos, el desacuerdo procedía de los límites que unos y otros desean fijar al poder del Estado, mientras que en el tercero se manifestaban valores y creencias. Si se hiciera la misma prueba con quienes hoy se llaman liberales en España, se obtendrían resultados distintos y poco coincidentes: algunos se manifestarían en contra de los dos primeros puntos, aunque bastantes abogarían por una mayor participación de las empresas privadas en la sanidad, mientras que en el tercero se registraría una amplia división de opiniones. Así quedaría de manifiesto la oposición entre el liberalismo
de cartera y
de bragueta que ha enunciado con su habitual tendencia a la simplificación cierto economista asiduo de los medios barceloneses. Tiene parte de razón: cuando en Cataluña o España alguien dice que es “muy liberal”, casi siempre habla de
su sexo, muy a menudo de
su dinero y casi nunca de los derechos políticos de los demás.
Llegados a este punto de la ceremonia de la confusión, habrá que recurrir a la historia para explicar qué pueda ser el liberalismo. Las palabras, sobre todo las grandes, cambian con el tiempo, por apropiación indebida o por descrédito. Se devalúan al ir de boca en boca como les pasa a las monedas de oro y plata al cambiar de manos y, como también ocurre con estas, las falsas circulan cada vez más y las buenas se atesoran. Así, la polisemia de
liberal y
liberalismo procede de las ramificaciones abiertas en distintos momentos a partir de un tronco común que en principio se diría levantada sobre la noción de
libertad.
Fuente: El liberalismo. Una herencia disputada. Manuel Santirso. Ediciones Cátedra. Madrid.2014.
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