En sus obras económicas, Marx ha perfilado así una conclusión a la que ya había llegado en La ideología alemana...
En sus obras económicas, Marx ha perfilado así una conclusión a la que ya había llegado en
La ideología alemana: el conjunto de las relaciones de producción históricamente determinadas configura la estructura económica de la sociedad, es decir, la base real sobre la cual se eleva un edificio jurídico y político. A este último le corresponden determinadas formas de la conciencia social. De manera que, hablando en general, puede decirse que el modo de producción de la vida material de los hombres domina o condiciona el desarrollo de la vida social, política e intelectual. Como se ha dicho tantas veces y subrayó Gerald Cohen con eficacia en uno de los mejores libros que se han escrito sobre Marx en las últimas décadas [G.A.Cohen, 1978], ahí está el meollo de la concepción marxiana de la historia.
Para admitir tal determinación no implica hacerse economicista ni reducir la historia al factor económico, ni conlleva desprecio alguno del papel de la subjetividad en la historia de los humanos. Paralelamente, Marx ha hecho observar, en diferentes ocasiones, la importancia del azar, de la casualidad y de las opciones personales en los acontecimientos históricos. El “viejo topo” que, según él, mina los cimientos del sistema no era un “topo mecánico” que hurga, ciego, inconscientemente, en las contradicciones económicas del modo de producir, ajeno a los sentimientos y deseos de las personas, de las gentes y de las clases sociales; era, como les dijo a los cartistas de izquierda en un mitin londinense y como le repitió luego a su amigo Kugelmann bromeando sobre la irrelevancia de una historia entendida como mera necesidad, un animal vivo, hacedor, activo. Eso sí, bifronte y demediado: que hace a veces sin saber lo que hace y que, al hacer, se deja llevar naturalmente por la
hybris.
No veo, pues, que sea obligado presentar la crítica marxiana del capitalismo atendiendo mecánicamente a lo que sugiere la socorrida metáfora que opone la base económica a las sobrestructuras ideológicas. De hecho, Marx ha analizado y criticado la cultura o civilización burguesa, en un sentido amplio,
antes de llegar a formular las tendencias evolutivas por las que se rige la base material de la sociedad capitalista. Y no sólo cuando, en tanto que periodista, tuvo que escribir sobre culturas, etnias, costumbres, ideas, políticas y políticas socioeconómicas de tales o cuales países concretos. Lo cual es natural: nadie, ni siquiera de su cuerda, le hubiera publicado rollos economicistas cuando de lo que se trataba era de ilustrar a los lectores sobre acontecimientos de actualidad. Pero lo que es más importante: también hablando en general, no sólo de tal o cual país concreto, el análisis crítico de la cultura dominante o hegemónica es anterior (o simultáneo) en Marx a la dilucidación detallada de lo que era la estructura económica del capitalismo.
Fuente: Marx (sin ismos). Francisco Fernández Buey. El Viejo Topo. Barcelona. 1998.
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