En todas partes se exige “flexibilidad”: en otras palabras, un “empresario” tiene que poder despedir a los “empleados” con mayor facilidad...

En todas partes se exige “flexibilidad”: en otras palabras, un “empresario” tiene que poder despedir a los “empleados” con mayor facilidad. La “flexibilidad” también significa una redistribución de los riesgos, trasfiriéndolos del estado y la economía al individuo. Los trabajos disponibles son cada vez a plazo más corto y “renovables”: es decir, “extinguibles”. Se pide a la gente que sonría y lo acepte: “sus cualificaciones y capacidades son obsoletas y nadie puede decirle qué aprender para que se le vuelva a necesitar en el futuro”. Por consiguiente, cuanto más se “desregulan” y “flexibilizan” las relaciones laborales, tanto más rápidamente se convierte la sociedad del trabajo en una sociedad del riesgo que no es susceptible de cálculo por parte de los individuos o de la política. Al mismo tiempo, cada vez se hace más importante resolver las contradicciones que conlleva la economía política del riesgo para la economía, la política y la sociedad. Una cosa está clara. La incertidumbre endémica es lo que caracterizará el mundo de la vida y la existencia básica de la mayoría de las personas –incluyendo las clases medias aparentemente acomodadas- en los años venideros. Por tanto, la expresión “libertades precarias” denota una ambivalencia básica entre el guión cultural de la autorrealización individual y la nueva economía política de la incertidumbre y el riesgo. Con excesiva celeridad, la biografía “electiva”, “reflexiva” o del “hágalo usted mismo” puede convertirse en la biografía del desmoronamiento.

 

Fuente: La sociedad del riesgo global. Ulrich Beck. Siglo XXI de España Editores. Madrid.2002.

 

« volver