En una entrega de <i> Le Nouvel Observateur </i> que trataba de la búsqueda de los orígenes...

En una entrega de Le Nouvel Observateur que trataba de la búsqueda de los orígenes, Le Pichon escribió: “El hombre tiene la habilidad de proyectarse en el futuro y esta habilidad está sin duda en la raíz de su angustia existencial. Este reflejo visual y esta capacidad de proyectarse en el futuro constituye, en mi opinión, la auténtica originalidad del hombre. Tal vez sea su única originalidad real: la de adaptarse al sufrimiento y a la muerte. Sin duda ésta es la clave del nacimiento del arte, la poesía y la metafísica, que nos permiten trascender y proyectarnos más allà del nivel meramente factual e inmediato de nuestra existencia”.

La vida es inconcebible sin alguna anticipación del futuro. ¿No despiertan las plantas cuando se acerca la primavera? La cuestión del tiempo, que siempre ha fascinado a los seres humanos desde los albores del pensamiento, siempre ha sido controvertida (como lo testimonian las disputas entre Heráclito y Parménides). De hecho, está estrechamente relacionada con el problema del determinismo. Karl Popper resumió de manera ingeniosa las dificultades inherentes a la visión de que cada hecho está causado por un hecho precedente, lo que supondría que se puede predecir o explicar. ¿Es, pregunta él, como si estuviésemos en el cine? No sabemos quiénes son la víctima potencial y el asesino, pero el director de la película conoce su identidad. ¿Somos sólo espectadores pasivos en un mundo sujeto a leyes deterministas?

Aunque el problema del determinismo no concierne únicamente a la ciencia, puesto que atañe a la situación global del hombre en la naturaleza, los avances científicos juegan un papel importante en lo que se refiere a la manera de plantear este problema. Esto es lo que ocurre con la física occidental cuyo descubrimiento de las leyes de la naturaleza difiere de la ciencia china o la ciencia hindú. El mejor ejemplo es el de la física newtoniana que describe el mundo en términos de leyes deterministas y reversibles en las que el futuro y el pasado juegan el mismo papel. El descubrimiento de la mecánica cuántica y de la relatividad han supuesto, efectivamente, un cambio fundamental en las leyes de la mecánica clásica; pero esas dos características de determinismo y reversibilidad han sobrevivido. Por este motivo la pesadilla del demonio de Laplace sigue todavía ahí: en el supuesto de que conociéramos las condiciones iniciales, podríamos predecir el futuro y volver a presentar el pasado. El mundo que se concibe de este modo es un autómata, al igual que los seres humanos que forman parte de él. Es difícil aceptar esta posición; con todo, es la de Einstein y Spinoza.

El filósofo Jean Wahl escribió que la historia del pensamiento occidental había sido gloriosa pero infeliz en su duda constante entre ser y llegar a ser. Y el destacado historiador de China, Joseph Needham, ha hablado de la esquizofrenia de Europa, vacilando entre un mundo autómata y un mundo dirigido por Dios.

¿Qué opciones tenemos? ¿Un monismo que nos convierte en autómatas o un dualismo como el que postularon Descartes o Kant? Un dualismo así es difícil de aceptar y se ha abierto un abismo entre ciencia y filosofía que conduce a una verdadera guerra de culturas como la que encontramos en las obras de filósofos como Heidegger y Rorty. Esta hostilidad ha llevado a una fragmentación de la cultura occidental; esto es algo que sigue estando pendiente. Como escribió el sociobiólogo Edward Wilson en Consilience , no hay problema más urgente que la reconciliación entre la cultura científica y la humanista.

 

Fuente: Claves para el siglo XXI. Ilya Prigogine. Editorial Crítica. Barcelona. 2002.

 

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