En una sucesión de páginas que son puro nervio, vida e historia, Maquiavelo traza los rasgos del nuevo príncipe...
En una sucesión de páginas que son puro nervio, vida e historia, Maquiavelo traza los rasgos del nuevo príncipe, que ha de ser capaz de “no alejarse del bien, pudiendo hacerlo, sino saber entrar en el mal si es necesario” y explica en qué consiste ese arte de estado que él conoce como verdadero maestro. Sabe bien que un príncipe que quiera hacer grandes cosas ha de estar en condiciones de combatir contra leones como Julio II y zorros como Fernando el Católico de España, e incluso contra príncipes que saben ser lo uno y lo otro, como César Borgia. En resumidas cuentas, quiere un príncipe que sepa vencer, no otro Pier Soderini, que perdió patria y estado por temor a que se lo recordase como cruel.
Por qué su príncipe ha de aprender a vencer es cosa que explica en el último capítulo, la “Exhortación a ponerse al frente de Italia y liberarla de los bárbaros”, considerado por los muchos que no han entendido nada de
El príncipe un añadido ajeno al resto del libro. El príncipe que Maquiavelo imagina es un hombre maravilloso y raro, capaz de redimir Italia de las “crueldades e insolencias bárbaras”, es decir, del dominio extranjero. Como los grandes redentores de la Antigüedad, empezando por Moisés, también él podrá contar con la ayuda de Dios. Si para vencer tiene que internarse en el mal, Dios se mantendrá a su lado y será su amigo, porque sabe que la suya es una obra justa. Maquiavelo jamás ha enseñado que el fin justifica los medios o que para el político es lícito aquello que para los demás está prohibido: ha enseñado que quien se propone realizar una gran finalidad –liberar un pueblo, fundar estados, imponer la ley y la paz donde reinan la anarquía y el arbitrio, o rescatar una república corrupta- no debe temer que se lo considere cruel o avaro sino saber llevar a cabo lo necesario para la obra. Así son los grandes, así quería que fuese un príncipe nuevo.
Fuente: La sonrisa de Maquiavelo. Maurizio Viroli. Tusquets Editores. Barcelona. 2000.
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