Esa sociología histórica de los esquemas de pensamiento y de percepción del mundo social se opone, tanto en sus propósitos como en sus métodos, a las diferentes variantes...

Esa sociología histórica de los esquemas de pensamiento y de percepción del mundo social se opone, tanto en sus propósitos como en sus métodos, a las diferentes variantes adaptadas a las corrientes actualizadas de la historia de las ideas, y, en particular, a la que, dándose ínfulas de radicalismo crítico, se dedica a derrotar a adversarios ya muertos y enterrados. “No cuesta gran cosa”, afirmaba Engels, “atacar con argumentos generales la esclavitud y otras cosas por el estilo, y descargar sobre semejante infamia una indignación moral superior. Lamentablemente, no se hace con ello más que enunciar lo que todo el mundo ya sabe, a saber, que esas instituciones antiguas ya no corresponden a nuestras condiciones actuales ni a los sentimientos que determinan en nuestro fuero interno esas condiciones. Pero eso no nos enseña nada nuevo sobre el modo en que esas instituciones surgieron, ni sobre las causas por las que subsistieron, ni sobre el papel que han representado en la historia” A falta de ser capaz de volver a aprehender las necesidades que confieren a las instituciones y a los comportamientos su necesidad histórica, la “investigación” histórica, que debería facilitar los medios de perseguir y revelar el inconsciente de clase, le facilita un velo que se vuelve, por lo demás bastante transparente cuando, por ejemplo, se pretende demostrar que la Escuela, ese invento de curas y pastores, pergeñado por pequeñoburgueses, funciona gracias a pequeñoburgueses represivos para transformar a los obreros en burgueses más burgueses que los propios burgueses. Lo que, en este caso como en otros, posibilita y, pese a los reparos, vuelve necesaria , la indignación burguesa contra los pequeñoburgueses y contra los proletarios a los que aburguesan con sus escuelas o sus sindicatos, es, además de las disposiciones del habitus burgués, la ignorancia de las condiciones sociales de producción de los agentes y de las instituciones que ellos hacen funcionar o, con mayor precisión, la indiferencia a las formas específicas que adopta la explotación en las diferentes categorías de explotados, y, muy especialmente, entre los pequeñoburgueses, cuya alienación específica reside en el hecho de que a menudo se encuentran en la tesitura de hacerse cómplices obligados y consintientes de la explotación de los demás y de sí mismos.

De este modo los cuentos para no dormir de las abuelas burguesas se convierten en el cuento chino de las muchachitas con veleidades rebeldes (sin causa) de la burguesía. Pero no acaba ahí la cosa: la indignación retrospectiva también es una forma de justificar el presente. En efecto, al denunciar, como el que más, el empleo de métodos firmes en la época de los métodos suaves, o a las damas caritativas que leían al barón de Gerando en la época de la asistenta social que cita a Lacan, ese cuento liberado (del esfuerzo de investigación histórica) contribuye a legitimar el último estado de las instituciones de dominación que deben la parte más específica de su eficacia al hecho de que siguen permaneciendo absolutamente irreconocibles, entre otras razones, porque se definen precisamente contra la retaguardia “superada”.

 

Fuente: El baile de los solteros. Pierre Bourdieu. Editorial Anagrama. Barcelona. 2004.

 

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