Existe algo todavía más profundo que ha debilitado gravemente a la izquierda...

Existe algo todavía más profundo que ha debilitado gravemente a la izquierda. ¿Cómo lo definiría? Económicamente, la sociedad de consumo. Intelectualmente, es la identificación de la libertad con la opción individual, sin miramientos por sus consecuencias sociales. Desde este punto de vista, se ha producido una ruptura en el universo tradicional común de la izquierda. Hubo un tiempo en que se creía que combatir por la libertad individual no era incompatible con la lucha por la emancipación colectiva. A fines del siglo XX está muy claro que esas dos exigencias han entrado en conflicto. La privatización condiciona ahora incluso el sentido común de la gente, y esto golpea duramente a la izquierda, que lucha por objetivos colectivos, que persigue la justicia social.

Es un problema grave y generalizado; porque lo que permitía a la izquierda actuar de forma colectiva es lo mismo que hacía posible una política democrática tout court . La política democrática existe porque aún es posible organizar a la gente y hacer que actúe colectivamente, y existirá mientras se consiga hacerlo. Y, sin embargo, cada vez es más difícil para cualquier movimiento político movilizar a la gente, no sólo para los partidos socialistas.

Pero asistimos también a una corrupción específica de los valores de la izquierda, un fenómeno generado por los egoísmos privados. Recientemente, en Inglaterra, hemos tenido algún ejemplo de eso, con la desintegración gradual del movimiento cooperativo. Fíjese en lo que está sucediendo en ese país con las building societies; eran sociedades cooperativas de ahorro, nacidas cuando los trabajadores pobres no podían ahorrar bastante como individuos y tuvieron que organizarse colectivamente. Los beneficios fueron enormes, tanto que estas estructuras han adquirido una gran importancia económica. Pues bien, lo que hoy está sucediendo es que estas sociedades, una a una, van pasando a ser de cooperativas a empresas privadas normales, propiedad de accionistas que reciben dividendos. Y la única razón por la que los socios de las cooperativas aceptan lo que está sucediendo y votan por su transformación en bancos o en sociedades anónimas, es la cantidad de dinero que reciben a cambio de la venta de sus participaciones. Ni los gerentes de estas cooperativas, ni la lógica misma, están a favor de esa conversión. No hay ninguna duda: los beneficios para los socios serían mucho mayores si estas sociedades siguieran funcionando como cooperativas. Pero muchas veces la gente no resiste la tentación de ingresar quinientas o seiscientas mil pesetas, que quizá les puedan servir para unas vacaciones. Dan algo que tiene un gran valor social por una ganancia inmediata y a corto plazo.

 

Fuente: Entrevista sobre el siglo XXI. Eric Hobsbawm. Editorial Crítica. Barcelona. 2000.

 

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