Hay algo, al fin y al cabo, que no puede dejarse fuera del amor del cine y es el amor y fascinación por los rostros del cine...
Hay algo, al fin y al cabo, que no puede dejarse fuera del amor del cine y es el amor y fascinación por los rostros del cine. Viendo con Buñuel la
Juana de Arco de Dreyer, el gran aragonés me confesó su fascinación por la
facies , el rostro cinematográfico. No hay más que una Falconetti, es cierto, y quizás por eso la Pucelle de Dreyer hizo sólo una película.
Pero repetidos, únicos, polvo enamorado, ¿qué sería de nuestras vidas como seres humanos del siglo XX sin la belleza, la ilusión, la pasión que para siempre nos dieron los rostros de Greta Garbo y Marlene Dietrich, de Louise Brooks y de Audrey Hepburn, de Gene Tierney y de Ava Gardner? Me encantan, por esto, las referencias a la mirada dentro de la mirada en el cine. Bogart a Bergman en
Casablanca : “Nos estamos mirando, muñeca.” Gabin a Morgan en
El muelle de las brumas : “Tienes muy lindos ojos, ¿sabes?”
Este ha sido el milagro mayor del cine: ha vencido a la muerte. El rostro de la Garbo en la escena final de
La reina Cristina , el de Louise Brooks y su perfil con peinado de ala de cuervo en
Pandora , el de Marlene entre las gasas y filtros barrocos de
El expreso de Shangai y
La emperatriz escarlata , el de María Félix soñando despierta mientras oye una serenata en
Enamorada , el de Dolores del Río viendo su propia muerte en la de Pedro Armendáriz en
Flor silvestre , el de Marilyn descendiendo escaleras diamantinas o resistiendo el vapor veraniego de Nueva York entre sus muslos blancos y su falda blanca en
La comezón del séptimo año . Ellas son la realidad final y absoluta del cine: ninguna de ellas ha envejecido, ninguna de ellas ha muerto, el cine las volvió eternas, el cine venció a la vejez y a la muerte.
Ninguna teoría, ningún triunfo artístico supera o sustituye esta simple realidad. Es la nuestra, la de nuestro amor más íntimo pero más compartido, gracias al cine.
Fuente: En esto creo. Carlos Fuentes.
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