Heráclito tenía razón: todo cambia, nada se está quieto, lo estático no existe...

Evolución biológica.
Heráclito tenía razón: todo cambia, nada se está quieto, lo estático no existe. El universo es una explosión, los continentes se trasladan, el vacío fluctúa. La aparente estabilidad del mundo es una mera ilusión. Las especies biológicas también participan en este devenir generalizado. Las especies cambian, pero no de cualquier manera, sino precisamente por evolución biológica o darwinista. Desde que en 1859 Charles Darwin publicó su famosa obra The Origin of Species by Means of Natural Selection [El origen de las especies por medio de la selección natural], la idea de la evolución ilumina y abrasa todo nuestro panorama intelectual.

La evolución biológica es un hecho. Ya no hay trilobites, tan abundantes en el Paleozoico. Y en el Paleozoico no había hormigas, tan abundantes ahora. Cualquier excavación del mismo yacimiento geológico nos revela fósiles distintos en los diversos estratos sedimentarios, que corresponden a épocas sucesivas. Es evidente que las especies evolucionan, que dan lugar unas a otras y que con frecuencia se extinguen. La ramificación del árbol de la vida se refleja también en la anatomía, la fisiología y la genómica de los organismos actuales. El estudio del genoma humano es también una empresa arqueológica: nuestros cromosomas almacenan fósiles genéticos de nuestras especies ancestrales, recuerdos de cuando éramos peces, medusas o bacterias.

Hay que distinguir la evolución biológica misma, que es un hecho, de la teoría darwinista de la evolución. El hecho de la evolución se encuentra profusamente documentado en el registro fósil. La teoría darwinista trata de explicarlo. La cinemática es la parte de la mecánica que se limita a describir las trayectorias de los cuerpos. La paleontología constituye como una cinemática evolutiva, mientras que la teoría de la evolución es comparable a la dinámica en física. La dinámica introduce fuerzas tales como la gravedad, el electromagnetismo y la interacción nuclear fuerte para explicar las trayectorias observadas. La teoría de la evolución introduce fuerzas del azar y de la necesidad para explicar los cambios observados en el registro fósil.

La teoría darwinista de la evolución se basa en la existencia de tres factores: una fuente de variabilidad, la reproducción con herencia de la variación y, en tercer lugar, un mecanismo de filtro, la selección natural. Darwin concibió el esquema global, pero no supo desarrollar sus dos primeros componentes, aunque sí el tercero. El mayor mérito de Darwin como teórico de la evolución estriba en haber desarrollado la teoría de la selección natural, que por primera vez explica el origen de la funcionalidad y la adaptación de los seres vivos de un modo científicamente aceptable. La teoría darwinista convirtió en prescindibles y obsoletas tanto las previas seudoexplicaciones mitológicas basadas en el diseño intencional por parte de los dioses, como las confusas nociones de entelequia y fuerza vital, lo cual no dejó de producir gran irritación entre los mitómanos y los vitalistas.

 

Fuente: La naturaleza humana. Jesús Mosterín. Editorial Espasa Calpe. Madrid. 2006.

 

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