<i>El filósofo</i>. Una vez aceptado el principio de que todos los hombres son “filósofos”...
El filósofo. Una vez aceptado el principio de que todos los hombres son “filósofos”, es decir, que entre los filósofos profesionales o “técnicos” y los demás hombres no hay diferencias “cualitativas” sino tan sólo “cuantitativas” (y en este caso “cantidad” tiene un significado particular, que no se puede confundir con la suma aritmética, puesto que indica la mayor o la menor “homogeneidad”, “coherencia”, “lógica”, etc., es decir, es cantidad de elementos cualitativos), queda por ver en qué consiste propiamente la diferencia. No será exacto, por ejemplo, llamar “filosofía” a todas las tendencias del pensamiento, a todas las orientaciones generales, etc., ni siquiera a todas las “concepciones del mundo y de la vida”. El filósofo se podrá llamar “obrero calificado” frente a los peones, pero tampoco es esto exacto porque en la industria, además de los peones y de los obreros calificados están los ingenieros, que no sólo conocen el oficio prácticamente sino también teórica e históricamente. El filósofo profesional o técnico no sólo “piensa” con mayor rigor lógico, con mayor coherencia, con mayor espíritu de sistema que los demás hombres sino que conoce toda la historia del pensamiento, es decir, sabe cuál ha sido el desarrollo del pensamiento hasta él y está en condiciones de tomar los problemas en el punto en que se encontraban después de haber sido objeto del máximo número de intentos de solución, etc. Tiene, en el terreno del pensamiento, la misma función que tienen los especialistas en los diversos terrenos científicos.
Existe, sin embargo, una diferencia entre el filósofo especialista y los demás especialistas: que el filósofo especialista se aproxima más a los hombres que los restantes especialistas. Lo que ha terminado la caricatura del filósofo es, precisamente, el haber hecho de filósofo especialista una figura similar, en la ciencia, a los demás especialistas. En realidad, se puede imaginar un entomólogo especialista sin que los demás hombres sean “entomólogos” empíricos, un especialista de la trigonometría sin que la mayoría de los demás hombres se ocupen de trigonometría, etc. (se pueden encontrar ciencias refinadísimas, especializadísimas, necesarias, pero no por esto “comunes”), pero no se puede pensar en ningún hombre que no sea filósofo, que no piense, precisamente porque el pensar es propio del hombre en sí (a menos que sea patológicamente idiota).
Fuente: Introducción a la filosofía de la praxis. Antonio Gramsci. Ediciones Península. Barcelona. 1970.
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