<i>El segundo sexo</i>, al “sustituir” su proyecto autobiográfico, en un sentido profundo y filosófico, mantendrá su huella y enseguida hallará un espejo...

El segundo sexo, al “sustituir” su proyecto autobiográfico, en un sentido profundo y filosófico, mantendrá su huella y enseguida hallará un espejo en las Memorias de una joven formal. Cada libro es el eco de otro, pero El segundo sexo lanza la maquinaria autobiográfica. ¿Cómo no comparar, por ejemplo, esta frase: “El niño vislumbra el porvenir como una ascensión indefinida hacia no se sabe qué cumbre. De repente, en la cocina donde la madre lava los platos, la niñita comprende que desde hace años, todos los días a la misma hora después de comer, unas manos se han hundido en el agua grasienta, han secado los platos con el trapo rugoso, cada día imita al precedente: es un eterno presente inútil y sin esperanza”, con el recuerdo que, diez años después, revelan las Memorias de una joven formal, el descubrimiento de la vida cotidiana, con su repetitiva mediocridad? “Todos los días, la comida, la cena, todos los días lavar los platos, esas horas indefinidamente recomenzadas y que no llevan a ninguna parte: ¿viviré yo así? Una imagen se formó en mi mente, con una claridad tan desoladora que aún hoy la recuerdo: una fila de cuadrados grises que se extendían hasta el horizonte, cada vez más pequeños en función de las leyes de la perspectiva, pero todos idénticos y planos; eran los días, las semanas, y los años.”

 

Fuente: Simone de Beauvoir, contra todo y contra todos. Danièle Sallenave. Círculo de Lectores. Barcelona. 2010.

 

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