La competencia, puesto que históricamente se presenta como disolución de las coerciones corporativas, reglamentaciones gubernamentales, aduanas internas e instituciones similares...
La competencia, puesto que históricamente se presenta como disolución de las coerciones corporativas, reglamentaciones gubernamentales, aduanas internas e instituciones similares en el interior de un país, y en el mercado mundial como supresión de obstrucciones; vedas o proteccionismos: en suma, puesto que históricamente se presenta como negación de los límites y barreras característicos de niveles de producción previos al del capital; puesto que históricamente los fisiócratas con toda razón la caracterizaron y promovieron como laissez faire, laissez passer, [[ la competencia, decíamos ]] ahora es considerada también en su aspecto puramente negativo, en su aspecto puramente histórico. Por otra parte, esta consideración ha llevado a la necedad aun mayor de ver la competencia como la colisión de los individuos desaherrojados, determinados tan sólo por sus propios intereses; como repulsión y atracción de los individuos libres, recíprocamente relacionados, y, de ahí, como la forma absoluta de existencia de la libre individualidad en la esfera de la producción y del intercambio. Nada puede ser más falso. Si bien la libre competencia ha disuelto las barreras que se oponían a relaciones y modos de producción anteriores, debe tenerse en cuenta d’abord que lo que para ella era barrera, para los modos de producción anteriores eran límites inmanentes dentro de los cuales se desarrollaban y movían de manera natural. Esos límites no se tornaron en barreras sino cuando las fuerzas productivas y relaciones de intercambio se desarrollaron de manera suficiente como para que el capital en cuanto tal, pudiera empezar a presentarse como principio regulador de la producción. Los límites que el capital abolió eran barreras para su movimiento, desarrollo, realización. En modo alguno suprimió todos los límites, ni todas las barreras, sino sólo los límites que no se le adecuaban, que para él constituían barreras. Dentro de sus propios límites –por cuanto desde un punto de vista más elevado se presentan como barreras a la producción y en cuanto tales están puestos por el propio desarrollo histórico del capital- se sentía libre, ilimitado, esto es, limitado sólo por sí mismo, sólo por sus propias condiciones de vida. Tal como la industria corporativa, en su período de esplendor, encontraba plenamente en la organización gremial la libertad que le era menester, es decir, las relaciones de producción que le eran correspondientes.
Ella misma las puso a partir de sí misma y las desarrolló como
sus condiciones inmanentes y, por tanto, en modo alguno como barreras externas y opresivas. El aspecto histórico de la negación del régimen corporativo, etc., por parte del capital y a través de la libre competencia, no significa otra cosa sino que el capital, suficientemente fortalecido derribó, gracias al modo de intercambio que le es adecuado, las barreras históricas que estorbaban y refrenaban el movimiento adecuado a su naturaleza. Pero la competencia dista mucho de tener meramente ese significado histórico o de ser simplemente
ese elemento negativo . La
libre competencia es la relación del capital consigo mismo como otro capital, vale decir, el comportamiento real del capital en cuanto capital. Las leyes internas del capital –que en los pródromos históricos de su desarrollo aparecen sólo como tendencias- tan sólo ahora son puestas como leyes; la producción fundada en el capital sólo se pone en su forma adecuada, en la medida y en cuanto se desarrolla la libre competencia, puesto que ésta es el desarrollo libre del modo de producción fundado en el capital; el desarrollo libre de sus condiciones y de sí mismo en cuanto proceso que continuamente reproduce esas condiciones. En la libre competencia no se pone como libres a los individuos, sino que se pone como libre al capital. Cuando la producción fundada en el capital es la forma necesaria, y por tanto la más adecuada al desarrollo de la fuerza productiva social, el
Fuente: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Karl Marx. Siglo XXI de España Editores. Madrid. 1972.
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