La crisis económica abre la puerta a un profundo cambio político...
La crisis económica abre la puerta a un profundo cambio político. El futuro está abierto. Pero también se nos presentan muchos peligros. Después de todo, hay más caminos equivocados que correctos. La mayoría de ellos nos llevarán a que el gobierno siga perdiendo competencia, dirección y capacidad financiera. El cambio más difícil de lograr es el de hacer una transformación constructiva en medio de una crisis. Como Alexis de Tocqueville dijo sobre la revolución francesa, “El momento más peligroso para un mal gobierno es cuando comienza a hacer reformas”.
La cada vez más profunda crisis de Estados Unidos todavía no nos ha llevado a hacer ninguna reforma significativa o ningún cambio en la manera de gobernar. De hecho, los intereses creados han seguido controlándolo todo. La administración Obama ha sido un gobierno de continuidad más que de cambio, ya que Wall Street, los miembros de los grupos de presión, y los militares han seguido en el centro del poder y la política de Estados Unidos. Esta inactividad ha desacreditado al gobierno aún más. Los conservadores estadounidenses blancos y de mediana edad están enfurecidos porque han perdido riqueza y seguridad, y han arremetido contra el gobierno porque, con sus deudas, es más el problema que la solución. El movimiento Tea Party ha conseguido lo que quería y ha dominado la cobertura mediàtica. Los pobres, mientras tanto, apechugan, perdiendo la esperanza y el activismo mientras luchan por sobrevivir y llegar a fin de mes. Los jóvenes, por otra parte, están esperando su momento, intentando seguir a flote a pesar del desempleo y los bajos salarios.
No podemos seguir con el modelo que tenemos. Es como un personaje de dibujos animados que corre más allá de un precipicio y al mirar hacia abajo, sigue suspendido en el aire. Sabemos que algo está a punto de ocurrir, pero ¿qué?
Ahora nos encontramos ante tres tendencias fundamentales y, desde luego, también hay enormes imponderables. La primera tendencia es la inercia. Aquellos con intereses creados todavía tienen el dinero y el poder, pero han perdido su legitimidad y la confianza de la opinión pública. Los grandes bancos, las grandes compañías de seguros y los grandes constructores de armas están próximos al Congreso y a la Casa Blanca y han resistido con éxito cualquier intrusión seria en sus prerrogativas. La segunda tendencia es la reacción violenta. El Tea Party es un revoltijo de americanos blancos de clase media y mediana edad enfadados que sienten que a su generación se le está escapando la seguridad económica y la hegemonía social. Están furiosos, desde luego, y se ven fácilmente manipulados por los intereses de su statu quo. Pero ya es historia. El tiempo va en su contra.
La tercera tendencia, más a largo plazo, es el cambio generacional. Las encuestas de opinión muestran que algo verdaderamente nuevo está en marcha. Los miembros de la generación del Milenio son diferentes de sus predecesores. Si los hijos del
baby boom eran los niños de la televisión, la generación del Milenio la constituyen los niños de Internet. Los hijos del
baby boom pasaban horas delante del televisor. Los miembros de la generación del Milenio hacen mil cosas al mismo tiempo durante horas, conectándose en la red con sus amigos de Facebook, capturando fragmentos de noticias, viendo videos y navegando por la red. Mientras tanto, se enfrentan a perspectivas laborales únicas y difíciles. Pero hay más. Los miembros de esta generación son étnicamente diferentes, socialmente liberales, mejor educados (aunque luchando por pagarse los estudios para acabar cuatro años de universidad), y más confiados en el gobierno. Obama era su esperanza y ha sido su primera decepción política.
Fuente: El precio de la civilización. Jeffrey D.Sachs.Galaxia Gutenberg.Barcelona.2012.
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