La esencia del engaño está en la distracción. Distraer a la persona a la que se pretende engañar da tiempo y espacio para hacer algo sin que se den cuenta. Un acto de amabilidad, generosidad u honradez a menudo es la forma más poderosa de distraer, porque baja las defensas del otro. Le convierte en un niño pequeño, ansioso por recibir cualquier clase de gesto afectuoso.
En la antigua China esto se llamaba “dar antes de tomar” –el acto de dar hace que a la otra persona le cueste más percatarse de que también se está tomando-. Es un arma con infinitas posibilidades. Quitarle algo a alguien descaradamente es peligroso, incluso para los poderosos. La víctima planeará una venganza. También es peligroso pedir sencillamente lo que se necesita, por muy educadamente que se haga: a no ser que la otra persona vea que hay alguna ventaja para ella, acabarán por resentirse. Debemos aprender a dar antes de tomar. Allana el terreno, le quita dificultad a una petición futura o simplemente es una distracción. Y se puede dar de muchas formas: un regalo como tal, un acto generoso, un favor, una admisión “honesta”- lo que haga falta.
El mejor momento para emplear la honestidad selectiva es en el primer encuentro con alguien. Todos somos animales de costumbres y nuestra primera impresión dura mucho tiempo. Si alguien cree que somos honestos al principio de nuestra relación, costará mucho convencerle de lo contrario. Esto deja espacio para maniobrar.
Fuente: Las 48 leyes del poder. Robert Greene. Espasa Calpe. Madrid. 1999.