La experiencia de las razones y de las cosas realizada en el curso de lo que, según el punto de vista occidental, se llama Antigüedad y Edad Media...

La experiencia de las razones y de las cosas realizada en el curso de lo que, según el punto de vista occidental, se llama Antigüedad y Edad Media, no hubiera bastado para que se estableciera la ciencia moderna si no se hubieran dominado al mismo tiempo las correlaciones entre la causalidad y el azar. En este dominio la sociedad burguesa se muestra iniciadora. En ella se prefiguran los axiomas y los postulados que el espíritu que trabaja siente, concibe, expresa.

Hacia el momento en que se terminan los últimos grandes procesos de brujería, se libran ardientes batallas contra una justicia demasiado anticuada. La sensibilidad, que llevaba mucho tiempo adaptada a los autos de fe, a las torturas previas y preparatorias, comienza a rechazarlas en el momento en que a la vida cotidiana se le hacen tantas promesas de abundancia. Voltaire dice que su mejor obra fueron las batallas que tuvo que librar contra los fanatismos. Y no estaba solo. Cuando se logró la victoria en ese gran combate y se consiguió que toda causa, aunque fuese criminal, dejara de ser tratada con los procedimientos crueles que se venían empleando desde hacía tanto tiempo, para depender sólo de los procedimientos civiles; cuando para hablar como entonces, todos son civilizados, recae sobre Beccaria el honor de definir los nuevos principios de una buena justicia. Todo inculpado, dice él, debe ser un presunto inocente; todo culpable no deja de ser un hombre. La instrucción debe buscar con más cuidado las pruebas para una acusación; se hace corriente pensar que no sucede nada, incluso en aquello que hay que condenar, que no dependa de razones totalmente humanas, que el lenguaje debe explicitar claramente a partir de los dossiers sometidos a dialéctica.

 

Fuente: La lógica de la historia. Charles Morazé. Siglo XXI de España Editores. Madrid. 1970.

 

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