La figura del intelectual pero idiota (IPI) es producto de la modernidad...(Nassim Nicholas Taleb)

La figura del intelectual pero idiota (IPI) es producto de la modernidad, de ahí que haya proliferado al menos desde mediados del siglo xx, aunque es ahora cuando alcanza su punto máximo, pues es en nuestros días cuando vemos cómo asume el poder gente que no se juega la piel. En la mayoría de los países, el Gobierno tiene un papel entre cinco y diez veces mayor que hace un siglo (en términos de producto interior bruto). El IPI es omnipresente en nuestras vidas, pero sigue siendo una pequeña minoría, y generalmente nos lo encontramos en los medios de comunicación, tanto en los especializados como en los generalistas, en los centros de investigación y en los departamentos de ciencias sociales de muchas universidades; la mayoría de la gente tiene empleos normales en empresas comunes y corrientes, pero ellos trabajan en sectores en los que hay muy pocas vacantes, lo cual explica por qué son tan influyentes siendo tan pocos.

El IPI trata a los demás como si estuvieran mal de la cabeza porque hacen cosas que él no comprende, cuando posiblemente es su propia comprensión la que resulta muy limitada. Piensa que la gente actúa en función de sus intereses y que él conoce a la perfección esos intereses, especialmente cuando se trata de “palurdos” o de esos británicos de pronunciación confusa que votaron a favor del Brexit. Cuando esta gente hace algo que tiene sentido para ellos pero no para él, los tilda de “incultos”. Lo que nosotros llamamos participación en el proceso político, él lo llama “democracia”, cuando se ajusta a sus deseos, y “populismo” cuando esos palurdos se atreven a votar algo que va contra las preferencias de todo IPI. Si los ricos creen en la consigna “un dólar de impuestos, un voto”, los humanistas en la de “una persona, un voto” y Monsanto en la de “un cabildero, un voto”, el IPI, por su parte, cree en la de “un titulado en la Ivy League, un voto”, liga que extiende a las universidades y centros extranjeros más prestigiosos porque son necesarios para su club.

Los IPI son lo que Nietzsche llamó Bildungsphilisters, filisteos educados. Conviene cuidarse de esos individuos que, sin la más leve pátina de erudición, se creen unos eruditos en toda regla, de la misma manera que hay que tener cuidado con el barbero que quiere practicar la cirugía en nuestro cerebro.

Naturalmente, el IPI no logra detectar los sofismas.

 

 

Fuente: Jugarse la piel. Nassim Nicholas Taleb. Editorial Planeta. Barcelona. 2019.

 

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