La gente sabe poco de economía con mayúsculas... (Alfonso Durán-Pich)

La gente sabe poco de economía con mayúsculas. Padecen los resultados de la microeconomía de su entorno, pero están muy lejos de comprender los indicadores macroeconómicos. Por eso dejan a los gobiernos la responsabilidad de su interpretación. Y en esta dejación está la trampa.

Para las élites empresariales y económicas, el indicador de referencia es el PIB (Producto Interior Bruto) y su tasa de crecimiento respecto al año precedente. Es el tótem que dictamina nuestro estado de salud. Si el PIB crece por encima de la tasa de inflación, el país va bien. Si no, hay que preocuparse. El PIB es igual a la suma de los valores añadidos brutos de las diferentes ramas de actividad, más el IVA que grava los productos. Lo anterior significa que el PIB se limita a contabilizar únicamente lo que se expresa monetariamente. El trabajo del hogar y el trabajo voluntario no remunerado, por ejemplo, no existen a efectos del PIB.

El PIB nació  durante la segunda guerra mundial para medir la capacidad de producción en tiempos de guerra. Pero nadie ha justificado científicamente que sea un indicador de progreso y bienestar. El PIB suma todos los agregados menores, sin tener en cuenta que algunos suponen un contravalor y como tales deberían sustraerse. Por ejemplo, la industria química aporta un valor añadido y la industria para reducir la contaminación producida por la industria química, otro valor añadido. La industria militar, el sector de la seguridad, el sector de la sanidad (que tratan de prevenir o subsanar los problemas que la propia sociedad genera), son también contribuyentes netos al valor añadido.

Hay que declarar públicamente que el crecimiento del PIB de un país no tiene necesariamente que correlacionarse con su progreso o su calidad de vida. Estados Unidos ha crecido una media del 4% en términos de PIB durante los últimos años. Pero las tres cuartas partes de este crecimiento se han debido al tirón del consumo privado y este consumo se ha hecho con dinero ajeno (gracias al constante flujo de capital en activos financieros en dólares). El país y las familias están muy endeudados. Por ejemplo, en veinte años (desde 1973 a 1993) su Producto Interior Bruto creció un 50% y los salarios cayeron un 14%.

¿Dónde está el bienestar?  Estamos sodomizados por el PIB.

 

Fuente: Pequeño diccionario crítico para radicales impenitentes. Alfonso Durán-Pich. Editorial Amat. Barcelona. 2009.

 

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