La historia que comienza con el intento de alcanzar la eternidad alcanza el cenit en nuestra época con el empeño por captar el momento fugaz...

La historia que comienza con el intento de alcanzar la eternidad alcanza el cenit en nuestra época con el empeño por captar el momento fugaz. El poder de la piedra sedujo a los constructores de Stonehenge, las pirámides y el Partenón. Pero fue el poder de la luz el que produjo las formas artísticas más modernas, porque la luz, mensajero casi instantáneo de la sensación, es el elemento más veloz y más transitorio. La luz, primer acto de creación de Dios en el Génesis (1:3) después de los cielos y la tierra, es el símbolo judeocristiano de la presencia de Dios. San Juan Bautista anunció a Jesús como la luz (Juan 1:4 ss.), lo cual corroboró el propio Jesús. En el Sabbat judío se encienden velas, que también señalan las fiestas sagradas. Y en la era moderna la luz ha desempeñado un cúmulo de nuevas funciones sorprendentes entre aquellos que querían re-crear el mundo.
“La modernidad –afirmó Baudelaire- es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, una mitad del arte del que la otra mitad es lo eterno e inmutable.” Para esa mitad moderna, la luz es el vehículo y el recurso. Fueron los impresionistas los que inventaron el arte de lo instantáneo y Claude Monet (1840-1926) quien mostró cómo había que hacerlo. Desviar la atención del artista de las formas perdurables hacia los momentos evanescentes exigía valor. Exigía estar dispuesto a desafiar los insultos de los salones de moda, ser capaz de trabajar con rapidez en cualquier parte y estar abierto a las infinitas posibilidades irreductibles del mundo visual. Cézanne lo resumió cuando dijo que “Monet es sólo un ojo, ¡ pero por Dios, qué ojo !”.

 

Fuente: Los creadores. Daniel J.Boorstin.

 

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