La probabilidad es un campo de análisis introspectivo, ya que afecta a más de una ciencia, en particular a la madre de todas las ciencias: la del conocimiento. Es imposible valorar la calidad del conocimiento que estamos recopilando sin permitir una parte de aleatoriedad en la forma en que se obtiene ese conocimiento y para limpiar el argumento de la coincidencia casual que podría haberse colado en su construcción. En la ciencia, la probabilidad y la información se tratan exactamente de la misma manera. Literalmente, todo gran pensador se ha ocupado de este tema, la mayoría de forma obsesiva. Las dos mentes que considero más privilegiadas, Einstein y Keynes, iniciaron ambas su trayectoria intelectual con esta cuestión. Einstein escribió un artículo esencial en 1905, con el que fue casi el primero que analizó en términos probabilistas la sucesión de sucesos aleatorios, a saber, la evolución de partículas suspendidas en un líquido estacionario. Su artículo sobre la teoría del movimiento browniano se puede utilizar como columna vertebral del planteamiento del paseo aleatorio utilizado en los modelos financieros. En el caso de Keynes, para la persona ilustrada no es el economista político, que les encanta citar a los izquierdistas con pinta de hippies trasnochados, sino el autor del magistral, introspectivo y potente Tratado de probabilidad. Porque, antes de adentrarse en el farragoso campo de la economía política, Keynes era un probabilista. También tenía otros atributos interesantes (arruinó su cuenta tras haber experimentado una opulencia excesiva: el conocimiento de la probabilidad no se traduce en el comportamiento de la gente).
El lector puede adivinar que el siguiente paso, tras estas introspecciones probabilistas, consiste en adentrarse en la filosofía, sobre todo en la rama de la filosofía que se ocupa del conocimiento, denominada “epistemología” o “metodología”, o “filosofía de la ciencia.
Fuente: ¿Existe la suerte? Nassim Nicholas Taleb. Espasa Libros, SLU. Barcelona.2015.