La psicología colectiva o la histeria están bien establecidas como desviación ocasional del comportamiento racional...
La psicología colectiva o la histeria están bien establecidas como desviación ocasional del comportamiento racional. Sus elementos se hallan presentes en numerosos modelos económicos: el efecto demostración que conduce a muchos países en vías de desarrollo a adoptar criterios de consumo que están más allá de su capacidad de producción para sí mismos; manteniendo el nivel de Jones en cuanto al consumo; rehusando, cuando bajan las rentas, a cortar el consumo de forma simétrica al incremento en el consumo que se dio cuando aumentaron las rentas (efecto Duesenberry). En política, se conoce como efecto imitación cuando la gente respalda a los ganadores, y como “ratas que abandonan el barco que se hunde” cuando dan la espalda a los perdedores (aunque si el barco se está hundiendo realmente, lo más racional que puede hacer la rata es abandonarlo). Este tema ha sido tratado, de forma general, por el historiador francés Gustave Le Bon en
La multitud y fue aplicado a la burbuja de la South Sea por Charles MacKay en sus
Memoirs of Extraordinary Delusions and the Mandes of Crowds. Por poner un ejemplo claro, tomemos el caso de Martin, el banquero que suscribió acciones de South Sea por valor de 500 libras esterlinas, de acuerdo con la tercera lista de suscripciones de agosto de 1720, diciendo: “Cuando el resto del mundo enloquece, debemos imitarlo en cierta medida”.
El defensor moderno de la irracionalidad en este sentido es Hyman Minsky, que hace hincapié de forma suave en su debate sobre la “euforia” en los mercados. En épocas anteriores, estas oleadas de excesivo optimismo (seguidas tal vez de un excesivo pesimismo) podrían haber estado ligadas a las manchas solares o al camino a través de los cielos de Venus o Marte. En la formulación de Minsky, éstos se inician con un “desplazamiento”, alguna característica estructural del sistema y un fallo humano. Algún suceso hace crecer la confianza. El optimismo hace mella. Las confiadas expectativas derivadas de un régimen de prosperidad y copiosos beneficios hacen que la cartera vaya incorporando mayor riesgo. Las instituciones financieras aceptan las estructuras de pasivo que hacen disminuir la liquidez, cosa que habrían rechazado en un clima de mayor sensatez. El auge está en camino y puede alimentarse a sí mismo hasta llegar a convertirse en una manía.
Fuente: Manías, pánicos y cracs. Charles P.Kindleberger. Editorial Ariel. Barcelona. 1991.
« volver