La teoría marxista de la explotación de los trabajadores resultaba nítida porque todo el valor procedía de los trabajadores...

La teoría marxista de la explotación de los trabajadores resultaba nítida porque todo el valor procedía de los trabajadores. Si recibían ni que fuera un poco menos del total de ese valor, se les estaba explotando (en realidad, apenas recibían lo suficiente para subsistir).

¿En qué sentido podemos afirmar que se explota al consumidor? Hay muchas maneras de responder a esta pregunta. Por ejemplo, la publicidad está destinada a seducir a la gente para que compre cosas que de otro modo podría ser que no consumiera. Y en última instancia son los consumidores quienes pagan el coste de la publicidad como parte del precio de venta de los bienes y servicios. En realidad, como demostraron hace ya tiempo los neomarxistas Paul Baran y Paul Sweezy, los capitalistas prefieren la competencia basada en las campañas publicitarias (y otros tipos de competencia relacionada con las ventas) a la competencia basada en los precios, ya que la primera les permite mantener los precios elevados y traspasar al consumidor el coste de las campañas publicitarias. Sin embargo, aquí no nos centraremos en el modo en que se utiliza la publicidad para explotar a los consumidores, sino en cómo los nuevos medios de consumo desempeñan una función que resulta muy similar.

Por una parte, los nuevos medios de consumo se han creado para llevar a la gente a consumir más de lo que pretende , y, quizás, más de lo que se puede permitir. Por otra, el coste, en ocasiones astronómico, de construir y mantener las catedrales del consumo genera unos precios elevados, que se incrementan aún más por el deseo de obtener grandes beneficios de quienes participan en dichas catedrales. Las tarjetas de crédito contribuyen a la capacidad de los nuevos medios de consumo para explotar a los consumidores llevándoles a comprar más. Por otra parte, son también explotadoras en sí mismas, puesto que incitan a la gente a contraer una deuda de la que a muchos les cuesta librarse y a pagar unos tipos de interés abusivos sobre los saldos deudores, lo que sólo sirve para prolongar el endeudamiento durante años, si no décadas. Se puede decir que los nuevos medios de consumo explotan a los consumidores haciéndoles comprar más de lo que necesitan, pagar precios más elevados de lo necesario y gastar más de lo que deberían.

Es cierto que resulta bastante más difícil argumentar que se explota al consumidor de lo que fue para Marx sostener que se explotaba al proletariado. El proletariado no tenía elección. Si quería trabajar, tenía que vender su tiempo de trabajo al capitalista a cambio de acceder a los medios de producción y, en última instancia, a cambio de un salario de subsistencia. En cambio, el consumidor parece tener la opción de evitar los nuevos medios de consumo, y de obtener bienes y servicios de otras maneras (por ejemplo, fabricándose él mismo la mercancía o utilizando otros medios de consumo más antiguos). Sin embargo, el hecho es que la proliferación de los nuevos medios de consumo está haciendo que a los consumidores les resulte más difícil y menos atractivo obtener bienes y servicios por otros medios . Cada vez ocurre con mayor frecuencia que, si los consumidores desean consumir, tienen que utilizar (“trabajar” en) uno de los nuevos medios de consumo. En cierto sentido, los consumidores deben entregar su “tiempo de consumo” a los capitalistas a cambio de acceder a los medios de consumo. De ese modo, los consumidores sólo pueden obtener bienes y servicios situándose en un contexto en el que lo más probable es que compren más, paguen precios más elevados y gasten más dinero del que pretendían.

 

Fuente: El encanto de un mundo desencantado. George Ritzer. Editorial Ariel. Barcelona. 2000.

 

« volver