Las raíces del antisemitismo tienen un carácter universal, y aunque sean incomprensibles...
Las raíces del antisemitismo tienen un carácter universal, y aunque sean incomprensibles, están profundamente arraigadas. En España, la naturaleza del problema quizás no difirió fundamentalmente de su naturaleza en cualquier otro lugar o época. Pero empezaremos a comprender algunas de las razones que hubo para el antisemitismo en España y para el establecimiento de la Inquisición, recalcando el importante papel desempeñado por los judíos en la sociedad española. En la España cristiana, la primera gran época de los judíos fue el siglo XIII, cuando su sabiduría e influencia alcanzaron alturas lo suficientemente elevadas como para justificar las palabras de Mosé Arragel que inician este capítulo. Los científicos y escritores judíos se distinguieron en la corte de Alfonso X el Sabio de Castilla. La medicina estaba virtualmente monopolizada por los judíos, y los círculos de la realeza y de la aristocracia confiaban especialmente en médicos de esta raza. Y en cuanto al reino de Aragón, como observa un historiador, “no había un noble o un prelado en el país que no tuviera un médico judío”, y en Castilla la situación era parecida. Lo malo es que en los períodos críticos los médicos judíos eran acusados de envenenar a sus pacientes. Precisamente ésta fue una de las razones alegadas para la expulsión de los judíos en 1492, pues se dijo que el médico real, que era judío, había envenenado al Infante Don Juan, hijo de Fernando e >Isabel. Durante los dos siglos siguientes, doctores conversos siguieron ejerciendo la profesión de sus antepasados judíos, y muchos de ellos sufrieron a manos de la Inquisición, por culpa de los prejuicios y la ignorancia.
Sin embargo, la causa más importante de la hostilidad hacia los judíos eran sus actividades financieras. En primer lugar ellos actuaban como recaudadores de impuestos y funcionarios del fisco para la corona y la nobleza. En 1367, como respuesta a la protesta de las cortes de Burgos por esta costumbre, Enrique II alegó: “verdat es que nos mandamos arrendar la dicha renta a judíos, porque non fallamos otros algunos que la tomassen”. En 1469, las Cortes de Ocaña se quejaron a Enrique IV de que “muchos prelados y otros eclesiásticos arrendaban a moros y judíos las rentas y diezmos que les pertenecían; y éstos entran en las iglesias para prorratear los diezmos entre los contribuyentes, con gran escándalo y ofensa de la Iglesia”. Un resultado directo de la hostilidad contra esta situación puede verse en el grave motín de Toledo en 1449, cuando asesinatos y saqueos señalaron el resentimiento de la población contra los recaudadores de impuestos conversos empleados por Don Álvaro de Luna, ministro y favorito del rey. No obstante, hasta la época de su expulsión, los judíos ocuparon importantes cargos oficiales en los servicios financieros de la corona. “Desde el comienzo de la Reconquista hasta la capitulación de la última fortaleza mora en la península, en 1492, era posible hallar judíos en los reinos españoles, especialmente en Castilla, ocupando posiciones clave como ministros, consejeros reales, recaudadores de los impuestos del Estado, financieros de empresas militares y mayordomos de las propiedades de la corona y de la alta nobleza”.
Fuente: La Inquisición Española. Henry Kamen. Ediciones Grijalbo. Barcelona. 1967.
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