Las secuelas duraderas del 11 de septiembre pusieron, por tanto, a prueba...(James K.Galbraith)

Las secuelas duraderas del 11 de septiembre pusieron, por tanto, a prueba los usos del poder militar en el mundo moderno. Tras la rápida conquista de Kabul y Bagdad, el entusiasmo estaba por las nubes. Sin embargo, en el transcurso de la guerra, pronto se dio paso, mes tras mes, a la frustración, la tristeza y el cálculo de los costes. Al principio, se nos dijo que la guerra contra el terror podía no terminar nunca. Una década después, la predisposición estadounidense al conflicto lejano ha menguado. Libia se gestionó, en gran parte, desde el aire. La guerra en Pakistán es cuestión en su mayoría de drones en lugares remotos. En Siria, las amenazas de represalias militares por un ataque sobre civiles con armamento químico se retiraron, con ayuda diplomática de los rusos, en parte porque estaba claro que no se produciría ningún resultado militar favorable. Las amenazas de Corea del Norte se lidian, a día de hoy, con mucha precaución y confiando en los chinos. Mientras se escribe este texto, existe incluso la posibilidad de un acuerdo negociado con la República Islámica de Irán.

¿Es esto el fin de las guerras?  Desgraciadamente no. Sin embargo, las guerras del presente y del futuro probable se realizarán en territorios que nunca han sido industrializados y nunca lo serán, en lugares raramente vistos por la prensa internacional, y con poca implicación directa de las fuerzas militares de los países avanzados. La Era de la Guerra, tal y como la conocemos, parece haber llegado a su fin. Con la muerte a principios de octubre de 2013 del general de Vietnam del Norte. Vo Nguyen Giap, a la edad de 102 años, el mundo puede haber perdido el último de los grandes líderes militares de tales guerras. Giap luchó contra los japoneses y derrotó a los franceses, los estadounidenses y los chinos en una serie de contiendas que se estima que costaron entre dos y tres millones de víctimas. Fuera de África, no hay apenas posibilidades de que ocurra una guerra a esa escala en el futuro. La razón está bien clara: bajo las condiciones modernas no hay beneficios en juego.

 

 

Fuente: El fin de la normalidad. James K.Galbraith. Traficantes de Sueños. Madrid.2018.

 

« volver