Las tesis que le valieron a Sayid Qutb una reputación inmensa en el mundo musulmán de hoy figuran principalmente en dos obras redactadas durante los últimos años de su vida...
Las tesis que le valieron a Sayid Qutb una reputación inmensa en el mundo musulmán de hoy figuran principalmente en dos obras redactadas durante los últimos años de su vida:
Bajo la égida del Corán, un voluminoso comentario del libro sagrado del islam, y
Siguiendo los rastros, un manifiesto que fue calificado como el
“¿Qué hacer? del movimiento islamista”. La originalidad de Qutb consiste en establecer de entrada una disociación radical entre el islam y el conjunto de otras sociedades de su tiempo, incluso aquellas que se reclaman de esa religión. Según Qutb ya no existe ninguna sociedad musulmana: sería vano buscar los rastros del islam en un mundo que lo ha expulsado. El universo sólo es
yahiliya: este término, que en el vocabulario islámico designa el período de “ignorancia” y “barbarie” anterior a la predicación de Mahoma en Arabia, es empleado para caracterizar a las sociedades del siglo XX, que según Qutb son contrarias a la esencia del islam.
El verdadero musulmán debe romper con la
yahiliya para luchar por su destrucción y elaborar el Estado islámico sobre sus ruinas. Para ello ha de inspirarse en el ejemplo del profeta Mahoma y sus compañeros, que en el año 622 d.C. (año 1 de la era hegiriana) abandonaron La Meca -donde reinaba la
yahiliya - rumbo a Medina, de donde ocho años después regresarían, vencedores, para derribar los ídolos y proclamar el islam.
La voluntad de romper con el mundo formulada por Qutb es singular. Se opone a la actitud mayoritaria entre los musulmanes durante los años sesenta –y aun entre buena parte de los Hermanos-, según la cual no puede romperse con una sociedad que es musulmana (pese a sus imperfecciones) y es preciso luchar en su seno para que el islam se realice. Para Qutb, al contrario, la “barbarie” nasseriana ha alcanzado un punto del cual no hay retorno, y no sabría prestarse a compromiso alguno. El empleo de la palabra
yahiliya, que remite el islam a sus orígenes y congela en un paréntesis quince siglos de historia, tiene una violenta carga simbólica: lo que en la acepción de Qutb y sus discípulos caracteriza a la
yahiliya es la idolatría. Los hombres ya no adoran al Dios único (Alá) sino a un semejante de ellos que ha usurpado la soberanía divina, garante de la justicia sobre la tierra: el déspota, el “Faraón”. Éste gobierna siguiendo sus caprichos, ignorando los mandamientos del Libro revelado, y encarna la injusticia. El príncipe musulmán, al contrario, hace reinar la justicia porque aplica exclusivamente la Ley de Dios, la
sharía . Este ideal únicamente puede realizarse si una élite de creyentes emprende la reconquista de la sociedad después de haber roto con ella.
Qutb fue ejecutado antes de que pudiera precisar qué entendía por “ruptura”: ¿había acaso que abstraerse físicamente del mundo y constituir en el desierto una contra-sociedad que tomara la
yahiliya por asalto, o simplemente tomar distancia intelectual, conservar una interioridad islámica? Estas cuestiones produjeron desgarramientos entre sus sucesores de los años setenta, pero lo decisivo es que la noción de
ruptura está en la raíz de los movimientos contemporáneos de reislamización. Desde la perspectiva que impone, todo medio social es una
yahiliya , equivalente de impiedad, injusticia y despotismo.
Fuente: La revancha de Dios. Gilles Kepel. Anaya & Mario Muchnik. Madrid. 1991.
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