Lenin trató de llenar el vacío dejado por Marx en términos de estrategia política. Toda la naturaleza del marxismo, o el materialismo histórico como acabó siendo conocido, fue transformada por su visión particular de la política, la organización y el estado. La ruptura epistemológica de Lenin data de 1903, en el segundo Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de toda Rusia. Una disputa aparentemente trivial sobre la definición de la pertenencia al partido llevó al enfrentamiento de dos discursos distintos. En el vocabulario político entró todo un estilo de prácticas y actitudes bolcheviques. El “revolucionario profesional” hizo su debut como categoría política. El dogmatismo en teoría, o “principio”, se alió con una flexibilidad en las tácticas que bordeaba la ambigüedad. Se puso en marcha la máquina leninista –el partido-, y como decía Félix Guattari, “en aquel momento entraron en la historia los significantes fundamentales, las posiciones cardinales” (1984: 190). Para evaluar su importancia debemos atender a Lukács, para quien el “admirable realismo” de Lenin era simplemente “la aplicación sistemática del marxismo […] a los problemas del socialismo” (1971: 73), junto con el sombrío veredicto de quienes, como A.J.Polan, Lenin excluyó de la política pretendiendo “ontologizar el apocalipsis” (1984: 204), en un discurso autoritario que conspiraba contra la libertad humana.
La imagen de Lenin como agente de la Realpolitik que simplemente trataba de poner en funcionamiento el marxismo es un tanto problemática. Lenin formaba parte integral de la tradición socialista comprometida con la racionalidad y con aspiraciones universales. De hecho, tiene más sentido ver a Lenin como el epítome y también epitafio de un socialismo doctrinario que creía en el poder de la teoría. Ahí es donde tenemos que distinguir al menos dos “Lenines”. Está el Lenin de la democracia directa, el arquitecto del “doble poder” y el promotor de “todo el poder a los soviets”; pero también el Lenin de los últimos años, cuando, ya enfermo, se angustiaba viendo cómo la burocracia del partido-estado se iba convirtiendo rápidamente en una dictadura sobre (más que de) el proletariado. Sin embargo, en la práctica, el Lenin que dirigió el leninismo fue el creador del partido de vanguardia, admirador de los métodos de trabajo tayloristas y firme creyente en la disciplina económica y política. Hay, sin duda, una base “objetiva” para esta resolución particular de las ambigüedades de Lenin en las dolorosas condiciones del retraso económico, social y político de Rusia a principios del siglo XX. Por lo tanto, en muchos aspectos, inevitablemente, el leninismo se convirtió en el marxismo del atraso, o para decirlo sin rodeos, un socialismo subdesarrollado para un país capitalista subdesarrollado.
Fuente: Marx 2020. Ronaldo Munck. Ediciones de Pasado y Presente. Barcelona. 2017.