Lo más difícil de las manifestaciones populares es interpretarlas...

Lo más difícil de las manifestaciones populares es interpretarlas. En general, el que a ellas asiste, o sabe algo de ellas, las interpreta con ingenuidad a partir de los hechos que se dieron. Pero nada puede interpretarse según los hechos que se dieron. Nada es como se da. Hemos de alterar los hechos, tal como se dieron, para poder percibir lo que realmente se dio. Suele decirse que contra los hechos no hay argumentos. En realidad, sólo hay argumentos contra los hechos. Los argumentos son, casi siempre, más verdaderos que los hechos. La lógica es nuestro criterio de la verdad, y es en los argumentos -y no en los hechos- donde puede haber lógica.

Como decía, lo más difícil de las manifestaciones es interpretarlas. Porque, por ejemplo, una manifestación conservadora está organizada por más gente de la que toma parte en ella. Con las manifestaciones liberales sucede lo contrario. La razón es simple. El temperamento conservador es por naturaleza reacio a manifestarse, a asociarse con facilidad; por esto, a una manifestación conservadora sólo acude un número reducido de personas que puede, o incluso quiere ir. En cambio, el carácter de los liberales tiende a la expansión y a la asociación; las manifestaciones de los “avanzados” incluyen, por ello, a los propios aquejados de indiferencia, a quienes toda vitalidad llama la atención.

Sin embargo, esto es lo de menos. Lo mejor es que, para quien piensa, el único sentido de una manifestación importante es demostrar que la corriente de opinión contraria es muy fuerte. Nadie organiza manifestaciones en favor de principios indiscutibles. Tampoco se vitorea a un hombre que tiene una oposición intrascendente y sin importancia. No existen manifestaciones a favor de alguien; todas se hacen contra los que están contra ese alguien. Por ello son éstos, y no el “homenajeado”, quienes son puestos de relieve. Cuanto mayor es la manifestación, más débil es su objetivo, y más fuerte se siente la oposición. La manifestación en sí es un corro a salvarte por parte de quien no piensa contribuir en la salvación más que con palabras y aplausos.

Y ésta es la lección que todo individuo lúcido extrae de las manifestaciones populares.

Cuando se organiza una manifestación contra un individuo que está en evidencia o que dirige el gobierno, y resulta ser pequeña, tal individuo puede contar con el apoyo de un país entero. Si la manifestación es grande, entonces que tiemble, porque ello significará que sus partidarios sienten –por una iracunda intuición- la magnitud de la oposición, y esto les arrastrará a salir a la calle en masa para alimentar -con su salva de aplausos y vivas- la ilusión de una confianza que se debilita.

 

Fuente: Crítica: ensayos, artículos y entrevistas. Fernando Pessoa. Quaderns Crema. Barcelona. 2003.

 

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