Locke emprendió y desarrolló con éxito aquello que Newton no se atrevió o no supo cómo hacer. Si Newton desarrolló la física, Locke hizo lo propio con la metafísica. Su proyecto contemplaba omitir las cuestiones abstrusas y ridículas que habían dominado la discusión hasta ese momento. Señaló que esas abstracciones insostenibles eran los principales motivos de nuestros errores. Se alejó de unos libros que solo lo hubiesen instruido mal y, decidido como estaba a descubrir la verdad sobre el alma, sus ideas y pasiones, se sumergió en sí mismo. Este es el motivo por el que el Tratado del entendimiento humano puede leerse como un retrato de la humanidad a partir de la imagen que le había devuelto el espejo en el que se miraba. Su mayor logro fue confinar la metafísica en la física experimental del alma, que si bien es una materia muy distinta a la que se ocupa de los cuerpos, debe tratarse con el mismo rigor. La física del alma trabaja con un objeto distinto, y por ese motivo está obligada a enfocar sus investigaciones de otra forma: en esta disciplina se pueden descubrir, y de hecho se descubren, fenómenos nuevos; en la otra todo el material con el que se trabaja existe desde el principio de los tiempos, es común a todos los hombres, y quien cree que está revelando algo nuevo solo se engaña. La metafísica nos parece razonable cuando se esfuerza por examinar cuidadosamente los hechos y trata de explicarlos (igual que la física experimental) relacionando a unos con otros en una estructura jerárquica. Dicho en una sola frase: los principios de la filosofía, cuando se expresan con claridad, son los mismos para los eruditos que para la gente más sencilla.
Fuente: Discurso preliminar de la enciclopedia. Jean Le Rond D'Alembert. Penguin Random House Grupo Editorial. Barcelona. 2017.