Los asombrosos descubrimientos hechos por la emergente ciencia de la biología molecular han demostrado sin lugar a dudas que los genes...

Los asombrosos descubrimientos hechos por la emergente ciencia de la biología molecular han demostrado sin lugar a dudas que los genes son el factor más importante en cuanto a diferenciar a una persona de otra. Salimos de la fábrica casi listos para usar. Aceptamos que nos parecemos a nuestros padres y a otros parientes consanguíneos, pero nos resulta más difícil aceptar la idea de que también actuamos como ellos. En otras especies valoramos y fomentamos las diferencias genéticas de “personalidad”, como entre una vaca lechera y un toro de lidia, un perro de caza y otro de pelea. La reproducción humana es menos ordenada, pero los niños comparten con sus padres, efectivamente, ciertos rasgos de personalidad. Todo hombre adulto ha experimentado la impresión de descubrirse haciendo algo exactamente como lo hacía su padre. Toda madre ha tenido una experiencia similar al ver a su hijo comportándose exactamente como ella. Eso no está mal: es bello. No significa que estemos condenados a convertirnos en nuestros padres, sino que iniciamos el viaje allí donde nuestros padres lo abandonaron.

Quienes alcanzan los mayores logros (medidos en dinero, inteligencia, destreza, felicidad o amor) son los que aprovechan a fondo su herencia genética. Si los gemelos idénticos, que comparten exactamente los mismos genes, pueden desempeñarse de modo diferente, eso significa que los genes no son instrucciones fijas. Antes que la partitura, los genes son los instrumentos musicales. No determinan con exactitud qué música se tocará (ni con qué virtuosismo), pero sí el alcance de lo posible. Imaginemos que toda persona nace como semilla o bellota: todo su potencial está comprimido en esa forma diminuta. Que alcance o no su potencialidad de enorme roble depende de muchos factores, pero ha nacido como individuo único o inigualable, con sus propias características distintivas.

 

Fuente: El misterio de los genes. Dean Hamer y Peter Copeland. Javier Vergara Editor. Buenos Aires. 1998.

 

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