Los complejos órganos de un animal avanzado, como un ser humano o una cochinilla, han evolucionado mediante pasos graduales...

Los complejos órganos de un animal avanzado, como un ser humano o una cochinilla, han evolucionado mediante pasos graduales a partir de órganos más sencillos de sus antepasados. Pero esos órganos ancestrales no se transformaron, literalmente, en los órganos descendientes, como un herrero convierte una espada en una reja de arado. No sólo no lo hicieron . Quiero insistir en que en la mayoría de los casos no pudieron hacerlo. Sólo hay una cantidad limitada de cambio a alcanzar por transformación directa al estilo de “la espada y la reja de arado”. Los cambios realmente radicales se consiguen sólo “retrocediendo a la mesa de dibujos”, volviendo al diseño previo y comenzando de nuevo. Cuando los ingenieros vuelven a la mesa de dibujo y crean un nuevo diseño no se desprenden, necesariamente, de las ideas del diseño antiguo. Pero lo que no intentan hacer es deformar literalmente el antiguo objeto físico en otro nuevo. El antiguo está demasiado entroncado en la historia. Puede que se consiga, a base de golpes, convertir la espada en la reja de un arado, pero intentemos transformar en la herrería un motor de hélice en otro de propulsión a chorro. No se puede. Habrá que dejar el de hélice y volver a la mesa de dibujo.

Los seres vivos, por supuesto, no fueron diseñados nunca sobre el tablero de dibujo. Pero también se remontan a unos orígenes. Comienzan con cada nueva generación. Cada nuevo organismo empieza como una simple célula y crece de nuevo. Hereda las ideas del diseño ancestral en forma de un programa de ADN, pero no los órganos físicos de sus antecesores. No hereda el corazón de sus padres y lo remodela en uno nuevo (y posiblemente mejorado). Comienza como una célula sencilla y produce, a partir de ella, un nuevo corazón, utilizando el mismo programa de diseño que el corazón de sus padres, al que puede añadir alguna mejora. La conclusión ya empieza a quedar clara. Una cosa importante del ciclo vital “embotellado” es que hace posible el equivalente a volver a la mesa de dibujo.

El embotellamiento del ciclo vital tiene una segunda consecuencia, relacionada con la anterior. Proporciona un “calendario” que puede utilizarse para regular el proceso de la embriología. En un ciclo vital embotellado, cada nueva generación recorre más o menos la misma serie de eventos. El organismo comienza como una célula sencilla. Crece por división celular y se reproduce desprendiéndose de células hijas. Es probable que muera, aunque esto es menos importante de lo que nos parece a los mortales; en lo que concierne a esta discusión, el final del ciclo se alcanza cuando el organismo actual se reproduce y comienza un nuevo ciclo generacional. Aunque en teoría el organismo podría reproducirse en cualquier momento durante su fase de crecimiento, es de presumir que hay un instante óptimo para dicha reproducción. Los organismos que desprenden esporas cuando son demasiado jóvenes, o excesivamente viejos, acabarán con menos descendientes que sus rivales, que entonces se fortalecerán, emitiendo una cantidad masiva de esporas en la flor de la vida.

El argumento camina hacia la idea de un ciclo vital estereotipado que se repite con regularidad. No sólo cada generación comienza con un cuello de botella unicelular. Tiene también una fase de crecimiento –“infancia”- de duración bastante fija. Esa duración fija, el estereotipo, de la fase de crecimiento hace posible que cosas concretas sucedan en momentos concretos durante el desarrollo embrionario, como si estuvieran gobernadas por un calendario estrictamente observado. En grado variable en los diferentes tipos de criaturas, las divisiones celulares acaecidas durante el desarrollo se producen siguiendo una secuencia rígida, una secuencia recurrente en cada repetición del ciclo vital. Cada célula tiene su propia localización, su propio instante de aparición en la lista de las divisiones celulares. En algunos casos es tan preciso que los embriólogos pueden nombr

 

Fuente: El gen egoísta. Richard Dawkins. Salvat Editores. Barcelona. 1994.

 

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