Los teóricos de la escuela de Chicago, en tanto que buenos discípulos de Smith, afirman actualmente que las políticas del <i> New Deal </i> están condenadas al fracaso...

Los teóricos de la escuela de Chicago, en tanto que buenos discípulos de Smith, afirman actualmente que las políticas del New Deal están condenadas al fracaso, no porque sean hipócritas sino precisamente porque son generosas. La generosidad es una mala inspiradora y, por encima de sus mejores intenciones, la benevolencia del Estado se traduce en despilfarro. ¿Cabría imaginar una política más caritativa que la de la gratuidad ? Pero ¿es posible imaginar un instrumento que sea más antisocial? Los liberales afirman lo siguiente: trátese de la asistencia sanitaria o de las viviendas populares con alquileres bloqueados, las prestaciones en especie cuestan muy caras a la colectividad sin beneficiar por ello a quienes debieran ser sus primeros beneficiarios. Con frecuencia, las viviendas baratas no van a manos de los más necesitados sino de los más astutos, los mejor relacionados y los más desvergonzados. En estas historias ganan siempre los “enchufados”, y para este juego están mejor preparadas las clases medias que los pobres... Así es como los ambiciosos programas de renovación urbana reproducen las desigualdades que se proponían aniquilar.

De igual manera, cuando, como en Inglaterra, la asistencia sanitaria es totalmente gratuita y nacionalizada, la demanda de cuidados aumenta notablemente. El desequilibrio así creado entre oferta y demanda de consumo médico produce un deterioro de los servicios suministrados. Y ¿quién se aprovecha de ello? Las categorías más acomodadas que pueden recurrir a la medicina privada.

Y además, afirman los neoliberales, decir gratuidad equivale necesariamente a decir poder . En la medida en que se me regala algo, pierdo, en tanto que individuo privado, cualquier control sobre la calidad del servicio. Como dice el refrán: “A caballo regalado, no le mires el dentado”. Dependo de la institución donante y pierdo, con el pago directo, mi única arma, mi único medio de presión, por minúsculo que sea. La gracia que recibo la pago con la absoluta impotencia. Mientras prevalecía la reciprocidad del intercambio, yo era un cliente ; ahora, con el reino de la gratuidad, soy un mero y puro subvencionado .

 

Fuente: La nueva derecha norteamericana. Alain Finkielkraut. Editorial Anagrama. Barcelona. 1982.

 

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