Me pregunto si los historiadores no hemos estado sistematizando demasiado (a causa de las coincidencias cronológicas) la que a menudo ha sido llamada “la era de las nacionalidades”...
Me pregunto si los historiadores no hemos estado sistematizando demasiado (a causa de las coincidencias cronológicas) la que a menudo ha sido llamada “la era de las nacionalidades”. Incluso en los últimos trabajos de Eric Hobsbawm, teniendo en cuenta sus citas historiográficas, parece defenderse la imagen del estado-nación como una consecuencia normal de la historia, es decir, como una necesidad histórica ineludible en el siglo XIX.
Esta
evidencia presenta algunos inconvenientes. Por una parte, y esta es una práctica muy extendida en Francia, tendemos a buscar aquello que en los siglos XVI y XVII
anunciaba los futuros estados-nación. Por otra, el modelo dado al Tercer Mundo en el proceso de descolonización fue aún el modelo de estado-nación, al cual todos nos referimos de un modo natural. Me pregunto, en cambio, si reflexionamos bastante sobre el carácter espontáneo de ciertas visiones sociopsicológicas. He visto citado un texto del siglo XV de una reunión de los États Généraux del Condado de Comenges que habla del Condado como de un Cuerpo Místico. Es bastante impresionante. No lo es menos que un mismo autor, y un autor del siglo XVI, haya cantado su afecto por el país, por el paisaje inmediato -el pequeño Liré, la dulzura angevina- y haya escrito: “Francia, madre de las artes, de las armas y de las leyes”; se trata de una personificación muy anterior a la constitución definitiva del hexágono. El hexágono, la bota italiana, la “piel de toro”; también sobre estas expresiones convendría reflexionar.
Pero también es necesario, en el otro extremo, no confundir “el imaginario de la patria” con “la patria imaginaria”. Es lo que hizo un joven doctor de la Universidad de Aix-en-Provence, catalán, creo, a propósito de
La Pàtria de Aribau. Para él, este texto de circunstancias se hallaría en el origen de toda una corriente de pensamiento constructor de una patria imaginaria. A mí me parece, al contrario, que el texto de Aribau, y tal vez precisamente porque se trata de una obra de circunstancias, expresa claramente lo que para nosotros significa un
imaginario de la patria. Y el hecho de que fuera publicado al lado de un comentario sobre Walter Scott ayuda a situar el poema en un conjunto cronológico. El autor de este pequeño ensayo se adscribe a la escuela más exigente en crítica de textos. Pero la crítica de textos no puede sustituir ni la psicosociología de los imaginarios colectivos, ni las confrontaciones cronológicas que exige la historia.
Fuente: Pensar históricamente. Pierre Vilar. Editorial Crítica. Barcelona. 1997.
« volver