No creo una exageración señalar, en suma, que todos esos paralelismos entre la ficción y la historia...

No creo una exageración señalar, en suma, que todos esos paralelismos entre la ficción y la historia (considerada esta última, repito, en su doble acepción de disciplina científica y sucesión de hechos objetivos a lo largo del tiempo) estaban siempre presentes en la mente del escritor realista del pasado siglo, siglo, no lo olvidemos, ya de por sí fundamentalmente historicista, con un sentido muy despierto y optimista del progreso inexorable de la sociedad hacia niveles cada vez más altos. “¿Qué sería del mundo sin progreso?”, solía preguntarse el viejo Santa Cruz en Fortunata y Jacinta . El hecho de que la novela, según puntualiza Lukács, sea el género literario más “cercano” a la vida invitaba, sin lugar a dudas, a hacer estas comparaciones. Ya el propio Balzac, en su prólogo a La Comédie humaine escribió que “La Société française allait être l’historien, je ne devais être que le secrétaire. En dressant l’inventaire des vices et des vertus, en rassemblant les principaux faits des passions, en peignant les caractères, en choisissant les événements principaux de la Société, en composant des types par la réunion des traits de plusieurs caractères homogènes, peut-être pouvais-je arriver à écrire l’histoire oubliée par tant d’historiens, celle des moeurs”

O sea, la novela, en este sentido, podría ser considerada como sucedáneo de la historiografía. Recogería, con el máximo respeto a la verdad, la vida menuda y anónima de las sociedades, tan despreciada por los historiadores “profesionales”: aquel poso en apariencia gris, por así decirlo, que los grandes acontecimientos dejan tras sí y que el escritor costumbrista intentará rescatar del olvido. Así, la definición que Georg Lukács hace de la novela parece basarse en las anteriores palabras de Balzac y en el motivo hegeliano de la totalidad de objetivos : “La finalidad de la novela es representar una determinada realidad social en un tiempo concreto, con todo el color y la específica atmósfera de ese tiempo... Puesto que la novela retrata la totalidad de los objetos , se ve obligada a penetrar en los más minúsculos detalles de la vida diaria, en el tiempo concreto de la acción, y ha de presentar aquello que es específico a ese tiempo mediante la compleja interacción de todos estos detalles”. Conviene, sin embargo, recordar que la novela, según la define Balzac en el anteriormente citado avant-propos , se separa de la historia y acaso vaya mucho más lejos: aspira a un ideal ético, encierra un ansia de perfección, mientras que la historia, dada su naturaleza, sólo puede ser aquello que ha sido y, por tanto, el historiador es menos libre que el novelista. Escribe así el autor de Eugénie Grandet : “J’ai mieux fait que l’historien, je suis plus libre... L’histoire n’a pas pour loi, comme le roman, de tendre vers le beau idéal. L’histoire est ou devrait être ce qu’elle fut; tandis que le roman doit être le monde meilleur , a dit madame Necker, un des esprits les plus distingués du dernier siècle. Mais le roman ne serait rien si, dans cet auguste mensonge, il n’était pas vrai dans les détails”.

 

Fuente: De Galdós a Robbe-Grillet. Laureano Bonet. Taurus Ediciones. Madrid. 1972.

 

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