No es cierto que solo en algunos estratos inferiores de la inteligencia se puede encontrar un sentido libresco y no innato de la vida. En las clases populares existe igualmente la degeneración “libresca” de la vida, que no solo la dan los libros, sino también otros instrumentos de difusión de la cultura y de las ideas. La música verdiana, o mejor el libreto y la madeja de los dramas musicalizados por Verdi, son responsables de toda una serie de posturas “artificiosas” de la vida popular, de modos de pensar, de un “estilo”. “Artificioso” no es tal vez la palabra justa, porque en los elementos populares esta artificiosidad asume formas ingenuas y conmovedoras. El barroco, el melodramatismo les parecen a muchos hombres de pueblo un modo de sentir y de actuar extraordinariamente fascinante, un modo de evacuar lo que tienen de bajo, de mezquino, de despreciable en su vida y en su educación, para penetrar en una esfera más selecta, de altos sentimientos y de nobles pasiones. Las novelas de folletín y de conventillo (toda la literatura edulcorada, meliflua, llorona) proporcionan héroes y heroínas; pero el melodrama es más contagioso porque las palabras musicalizadas se recuerdan más y forman como matrices en las que el pensamiento toma forma en su fluir. Observar el modo de escribir de muchos hombres de pueblo: está calcado sobre un cierto número de frases hechas. Por otra parte, el sarcasmo es muy corrosivo. Es necesario recordar que no se trata de un esnobismo dilettante, sino de algo profundamente sentido y vivido.
Fuente: Pasado y presente. Antonio Gramsci. Granica Editor. Barcelona. 1977.