No es fácil imaginar hoy la fascinación que en la década de 1950 ejercía el psicoanálisis sobre los jóvenes...

No es fácil imaginar hoy la fascinación que en la década de 1950 ejercía el psicoanálisis sobre los jóvenes. Implicaba una teoría de la mente que me permitió apreciar por vez primera la complejidad de la conducta humana y sus motivaciones. Durante el curso sobre literatura alemana contemporánea que dictó Vietor, leí la Psicopatología de la vida cotidiana de Freud y obras de otros tres escritores que abordaban los recónditos mecanismos de la mente humana: Arthur Schnitzler, Franz Kafka y Thomas Mann. Incluso cuando se la comparaba con niveles literarios tan sobrecogedores, la prosa de Freud era un placer. Escribía un alemán simple, bellísimo por la claridad y el humor, infinitamente autorreferencial, que lo hizo acreedor del Premio Goethe en 1930. Su libro me hizo conocer un mundo nuevo.

La Psicopatología de la vida cotidiana contiene una serie de anécdotas que se han hecho carne en la cultura a tal extremo que podrían integrar el guión de una película de Woody Allen o respaldar una serie de gags . Freud cuenta los sucesos más comunes, aparentemente insignificantes -lapsus, pequeños accidentes, errores al guardar objetos, errores de ortografía, olvidos- y los utiliza para mostrar que la mente humana está gobernada por un conjunto de leyes precisas, en su mayoría inconscientes. Son distracciones que parecen estar en la superficie de los errores habituales, pequeños accidentes que todos sufrimos: sin duda, yo había experimentado muchos de ellos. Lo que Freud me hizo ver es que ninguno de esos accidentes es casual. Cada uno de ellos guarda una relación coherente y significativa con el resto de la vida psíquica. ¡Me pareció especialmente asombroso que Freud hubiera escrito todo eso sin conocer siquiera a la tía Minna!

Además, Freud sostenía que el determinismo psicológico -la idea de que muy poco de la vida psíquica ocurre por casualidad, si es que algo en ella es casual, de que cada suceso psicológico está determinado por otro que lo precede- no sólo es el eje de la vida mental normal sino también de la enfermedad mental. Por extraño que parezca, un síntoma neurótico no es extraño a la mente inconsciente: está relacionado con otros procesos mentales que lo precedieron. El vínculo entre un lapsus y su causa, o entre un síntoma y el proceso cognitivo subyacente, queda encubierto por las defensas, procesos mentales ubicuos, dinámicos e inconscientes, situación que acarrea una lucha permanente entre fenómenos mentales de automanifestación y de autoprotección. El psicoanálisis sostenía que era posible comprendernos a nosotros mismos e incluso prometía cambios terapéuticos fundamentados en el análisis de las motivaciones inconscientes y de las defensas encubiertas tras las acciones individuales.

Cuando estaba en los primeros años de la universidad, el psicoanálisis me pareció tan convincente porque era imaginativo, exhaustivo y tenía fundamento empírico... o así me parecía ingenuamente. Ninguna otra concepción de la vida mental podía rivalizar con él en alcance y sutileza. Las corrientes psicológicas anteriores eran excesivamente especulativas o, por el contrario, muy estrechas.

 

Fuente: En busca de la memoria. Eric R.Kandel. Katz Editores. Buenos Aires. 2007.

 

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