No me canso de leer los <i> Ensayos </i> de Montaigne. Así paso horas y horas de la noche en la cama...

No me canso de leer los Ensayos de Montaigne. Así paso horas y horas de la noche en la cama. Me producen un efecto plácido, sedante: me propician un reposo delicioso. Montaigne me parece de una gracia ininterrumpida, lleno de continuas, inagotables sorpresas. Una de estas sorpresas proviene, creo yo, del hecho de que Montaigne tiene una idea muy precisa de la insignificante posición que tiene el hombre en la Tierra.

En una ocasión, el inolvidable Montaigne, el señor Michel de Montaigne, escribió que el hombre es el animal que cocina. Es una definición, a mi entender, más razonable que la de Aristóteles, cuando dijo que el hombre es un animal racional. Si lo es, la razón le ha servido para muy poco –tomando, ahora, las cosas a lo grande. El hombre es un animal sensual. Es un animal que cocina.

“Je m’esbranle difficilement -escribió Montaigne-. Je suis tardif pour tout...”

Generalizar es muy difícil y delicado, incluso en aquellos países en que la gente tiende a la más ligera y escandalosa frivolidad. Montaigne, ciertamente, generaliza, pero lo hace hasta donde le permite su corrección –hasta donde puede llegar. Es un observador ondulante, como son la realidad y la vida.

Alguna vez recuerdo que Monsieur de Montaigne, que vivía a no demasiados kilómetros de donde yo vivo, escribió: La vie est ondoyante . Es una frase escrita en el siglo XVII: nunca nadie había escrito algo semejante. Es la observación más esmerada que se ha escrito contra el fanatismo, la incomprensión, el dogmatismo, cada vez más dominantes. Ahora, sobre todo lo que domina está la realidad.

Montesquieu no me ha cansado nunca. Montaigne, aun menos. De éste he aprendido cuanto sé -muy poco, pero sin su lectura no sabría absolutamente nada, ni podría valorar nada.

Las palabras de Montaigne: “Tous les maux de ce monde viennent de l’ânerie”, que leí de muy joven, me han seguido durante toda mi vida. A medida que han pasado los años y he ido observando la vida, más reales y justas me han parecido. Es en razón de su justedad por lo que han sido sustituidas por expresiones más flojas y más superficiales: bêtisse, tontería. Ânerie estaba mucho mejor.

Montaigne era originario de una tierra vinícola -de la región que en la economía actual se denomina Burdeos. En este ensayo escribió: “Los buenos bebedores dicen que el calor natural, en la infancia, está en los pies; de los pies se traslada a la zona media del cuerpo, donde se mantiene un largo tiempo y produce, a mi parecer, los únicos placeres verdaderos de la vida corporal; los demás placeres, comparados con el vigor éste, están adormecidos; al final de su vida, como un vapor que va subiendo y se va exhalando, llega al gaznate, su última estancia”. Estas líneas están muy bien expresadas, aunque hay que observar, sin embargo, que el vapor que tiende a subir se produce a una edad más temprana.

 

Fuente: Diccionario Pla de Literatura. Josep Pla. Ediciones Destino. Barcelona. 2001.

 

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