Para los nuevos liberales españoles parece que ser liberal consista en añorar formas del pasado...

Para los nuevos liberales españoles parece que ser liberal consista en añorar formas del pasado, como la Restauración canovista, donde las libertades vivieron más agazapadas que hoy y donde desde luego las cosas fueron peor para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Eso late confusamente en La libertad traicionada , de José María Marco, que parece haber olvidado la base común que Claudio Magris temía tener que recordar de nuevo. La muerte de la libertad y de todo lo demás, incluido el millón y pico de muertos de la guerra y la posguerra, la traen quienes se sublevan con las armas para zanjar cuestiones disputadas , dejar las cosas claras y detener esas libertades que tantos se toman desde 1931, o incluso antes de la República. Pero la responsabilidad de la guerra recae, todavía recae esencialmente, en una sublevación militar largamente preparada, al menos desde 1934, para restituir el poder donde debía estar y devolverlo a las manos de quienes no estaban dispuestos a perderlo. Tomaron por la brava las armas, y quienes las exigieron para acabar con el desorden republicano fueron el grueso de la jerarquía eclesiástica, el grueso del poder industrial y financiero, los amos de la tierra (y algunos escritores de aquel tiempo). Otro modo de pensar la concatenación de hechos de la Guerra Civil es equivocado, y a veces parece una apelación disfrazada al orden perdido de unas creencias religiosas coactivas, un conservadurismo que calla diferencias de clase brutales, de poder, de formación cultural, de acceso a los modos de desarrollo y emancipación humana. El franquismo nació de una guerra armada por militares investidos de la gracia de Dios y comadronas de un oxidadísimo ser de España.

 

Fuente: La resistencia silenciosa. Jordi Gracia. Editorial Anagrama. Barcelona. 2004.

 

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