Para que nuestra existencia pueda existir y desarrollarse debemos protegerla de un mundo, estimulante y nutritivo, es cierto, pero también avasallador y tóxico...

Para que nuestra existencia pueda existir y desarrollarse debemos protegerla de un mundo, estimulante y nutritivo, es cierto, pero también avasallador y tóxico.

Están las contaminaciones químicas que polucionan los alimentos, el aire y el agua. Y están las contaminaciones químicas que contaminan nuestra mente, violentan nuestra introspección y perturban nuestra estabilidad interior. Eslóganes, publicidad y otras manipulaciones comerciales. Son muchos los estudios que se han realizado sobre este materialismo psicotóxico, del que se sabe que provoca diversos estragos. Por ejemplo, robos de la atención, de la consciencia, de la introspección. ¿En qué estado acaba nuestra mente, a fuerza de que le arrebaten la atención? Una atención que se nos capta, atrae y finalmente fragmenta y segmenta. Acaba por ser “dependiente” del ruido, del relumbrón, de lo fácil, predigerido y prepensado. ¿En qué estado acaba la mente, a fuerza de que le arrebaten la consciencia? Nuestra mente está repleta de pensamientos, de desarrollos y contenidos inútiles: leer la publicidad que nos ponen por delante, elegir entre lo “menos caro” y lo “todavía más barato”, invertir mucha energía en encontrar “un chollo”, atragantarnos de información que se alimenta de sí misma y que se repite un día sí y otro también. ¿En qué estado acaba nuestra mente a fuerza de que le arrebate la introspección? Estamos cada vez más inundados de atracciones y distracciones externas, de actividades huecas de todo contenido mental y conductual. Ahora bien, igual que hacen falta silencios para que la palabra pueda escucharse, hace falta espacio mental para que la consciencia y la introspección emerjan. El disco duro de nuestra consciencia está repleto de demasiadas cosas inútiles.

 

Fuente: Meditar día a día. Christophe André. Editorial Kairós. Barcelona.2012.

 

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