Pensaba a menudo en la famosa frase: “El corazón tiene sus razones, que la razón desconoce”...

Pensaba a menudo en la famosa frase: “El corazón tiene sus razones, que la razón desconoce”. La verdad para mí era otra: “El corazón tiene sus razones, que no son las de la razón ”. Y es que estas razones del corazón la razón puede conocerlas perfectamente, o aspirar a conocerlas cuando menos, a partir del momento en que admite que no son las que la gobiernan. Se han escrito obras llenas de sentido sobre la “lógica de los sentimientos”. Pero no quieren que el sentimiento tenga sus razones, incluso si estas razones no tienen nada que ver con las del espíritu. De tanto que les repugna el simple nombre de razón.

Y aún. En vez de decir: “El corazón tiene sus razones, que la razón desconoce”, digamos: “El corazón tiene sus motivos, que la razón desconoce”. El pensamiento es exactamente el mismo y la expresión es más honesta, ya que no engaña sobre el truismo en cuestión. Pero perdemos la musiquilla “razones” “razón”, que es la que produce el efecto literario. Frase de perfecto literato que Descartes jamás había escrito.

No se destaca lo suficiente –y es algo que para la historia tiene su importancia- que esta sociedad fue presa de un verdadero culto a la incoherencia psicológica, de un verdadero odio a todo intento de determinación en este campo. Fue entonces cuando se produjo una protesta airada contra la tesis de los tres factores de Taine, contra su teoría de la “facultad dominante”, contra las novelas de Bourget porque en ellas todos los impulsos del héroe derivaban de un carácter dado como esencial. Se ponía por las nubes a Stendhal y a Tolstoi porque tal acto de Fabricio o de Pierre Bezuchov no se refería a “lo dado” en el personaje, porque era rigurosamente “imprevisible”. Se cubría de flores a James y a Bergson que “por fin nos habían librado de la pesadilla determinista . Loti se adhería a este último, que acababa de “derribar al determinismo”. Esta rebelión me parecía pueril. Pensaba, sigo pensando, que el hecho de que Taine nos ofrezca falsas muestras de la teoría de la facultad dominante no significa en absoluto que esta teoría esté exterminada; que el hecho de que la determinación que me dan de mis actos sea inexacta no significa en absoluto que esté demostrado que nuestros actos no obedezcan a la determinación, y que incluso en el caso de que me hubieran probado que una determinación exacta resultaba imposible tampoco lo estaría. En álgebra hay ecuaciones de las que se ha demostrado a un tiempo que las raíces existen y no pueden ser percibidas. Una vez más, experimentaba la irritación del matemático perdido entre literatos.

 

Fuente: Memorias de un intelectual. Julien Benda. Editorial Espasa Calpe. Madrid. 2005.

 

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